FABULA
Javier Arnaiz
El poder
del silencio
37
Pliegos de Rebotica
2019
A
A
consejaba Borges “no hablar a
menos que pueda mejorarse el
silencio” Esta bella frase es,
además de un bueno consejo, una
sabia actitud que de llevarse a
cabo terminaría con buena parte de los
conflictos porque, si bien tiene sentido en
toda circunstancia, es en medio de la trifulca
donde cobra su auténtico valor.
Se cuenta que una pequeña tribu nómada
dependía en buena medida del clima para
emprender su viaje. En este caso el retorno a
las zonas de pasto. Tenían sus bártulos
empacados, tan solo debían recoger las
tiendas para terminar de cargar sus carretas,
pero antes, era costumbre someter a debate
y votación el momento de partir. Es así como
tradicionalmente se decidía el momento de
partida, asunto muy importante porque un
camino anegado podía complicar mucho el
trayecto.
Sucedió que hubo
un día oscuro, de
esos que anuncian
tormenta al que
sucedió una noche
clara que dejaba
ver todas las
estrellas de la
cúpula. Al día
siguiente, reunidos
en asamblea, la
mayoría decía que el
momento aún no había
llegado puesto que el día anterior
había sido de los más
oscuros del año. Sin
embargo, los que
pastoreaban y vigilaban
durante la noche se apresuraron a decir que
debían partir de inmediato, que nunca se
había vivido una noche más clara y que eso
aventuraba la llegada inminente del buen
tiempo.
El debate ganó temperatura, al fin y al cabo,
todos hablaban por sus vidas. La importancia
de encontrar la pequeña ventana temporal
que permitía un viaje sin incidentes era de
capital importancia. Las opiniones fueron
seguidas por los gritos, cada cual mantenía su
mismo argumento aumentando solo la
intensidad en sus voces. Cuando los gritos no
podían ser aumentados, surgieron las
amenazas, la descripción de las terribles
circunstancias que podrían devenir si la
asamblea se equivocaba. Se apeló a la voz de
los más viejos, pero estos también estaban
divididos por su experiencia. Alguno se alzó
pretendiendo que su autoridad se impusiera,
se presentó ante todos como más sabio. Su
decidida postura consiguió
algunos seguidores,
pero tampoco así
pudo inclinarse la
balanza porque hubo
tantas voces
autorizadas en un
sentido como en el
otro.
Antes del primer
conato de violencia la
crispación se anunciaba
en los rostros de cada
uno. Se había pasado, sin
escalas, de rechazar el
argumento a odiar a quien lo
esgrimía. El silencio se había
roto, del desacuerdo al grito,