consiste en dejar de sentirlas, la Tierra empezaba
a quedarse atrás, el movimiento solo puede
percibirse por los cambios en la distancia relativa
de los cuerpos celestes, pase cerca de la Luna y
la dejé atrás, pero aún sentía el espacio tiempo
como lo sentiría en la Tierra, debía seguir
acelerando y así lo hice, cada astro, estrellas,
planetas se sucedía en mi retina con mayor
brevedad, pasaban de forma vertiginosa por mis
sentidos, tanto que comenzaron a convertirse en
rayos de luz cada vez más largos.Yo seguí
acelerando, entonces, y ahora de forma certera,
surgió la quietud, una quietud inquietante y
fascinante al mismo tiempo. Me movía a la misma
velocidad que el propio Universo, había
alcanzado la velocidad cercana a la luz, ese límite
descrito por Einstein.Ahora un pequeño giro del
acelerador me llevaría allá donde nadie llegó. El
escape de mi moto no centelleaba, al contrario
su brillo se había integrado en la escena como
uno más, ni siquiera yo podía sentirme corpóreo,
tampoco energía en un sentido estricto,
simplemente formaba parte de un estado de
coherencia cuántica. Después de quedarme un
lapso de tiempo indefinido en la escena
relativista, por fin me decidí a acelerar.Ahora,
alcanzada la velocidad de la luz, todo era un
simple destello, solo luz, yo sabía que estaba en
la escena pero no podía encontrarme, debería
usar la fuerza de la conciencia para dar un
último acelerón, algo que me enviara más allá de
la realidad, incluso de la realidad potencial, de lo
que era antes de cualquier extensión. E=MC
2
,
una energía sin ninguna densidad, sin
transformación ni modo de transformarse al no
estar sustentada en ningún medio de
propagación. Energía en el vacío, en
una ausencia completa de espacio
tiempo, todo lo que es,
deviene después. Casi sentí
la incapacidad de acelerar
un poco más, me sentía
limitado por la poderosa
fuerza del no saber,
entonces me dije “solo
es tu conciencia, puedes
acelerar y en el peor de
los casos encontraras la
nada, una nada que ya
estás sintiendo”.Y así,
aceleré, la luz desapareció del horizonte, y surgió
una nueva alegoría icónica, detrás de mí, el
Universo parecía tan quieto como la estrella que
me había impulsado desde mi cómoda tumbona,
de hecho parecía el estallido de una estrella
cercana. Cuando fijé mi atención con más
intensidad comprobé cierta irregularidad, como
si existiera una diferencia entre la luz esperada y
la luz ocurrida, aquella circunstancia solo podía
darse en el caso de que dentro de aquel
Universo hubiera diferencias de entropía en
diferentes dimensiones espacio-temporales.
Alguna parte de la energía potencial se había
convertido en trabajo, existían diferencias que
alteraban la regularidad.
Entonces, todo el trabajo alcanzado se estaba
manifestando como nuevas singularidades, nuevas
diferencias de potencial de vacío, una
información que podría transformarse en
cualquier código, proyectado en unos simples
ejes cartesianos harían infinitas coordenadas que
codificarían toda la información contenida en ese
universo, después, unos hilos recogerían esa
información con dos simples letras, la mitad de
las que componen nuestro ADN.
¿Acaso estaba viendo la composición básica
sobre la que puede replicarse todo un
Universo?, era lógico pensar que esas hebras de
información binaria y traducible a cualquier
código por complejo que fuera se enrollaran
sobre sí mismas y que su contenido formado
por diferencias de potencial de vacío tuviera la
capacidad de iniciar el nacimiento de un nuevo
universo más significativo que su antecesor.
Mi mente se había llenado de esta visión, de
esta metáfora de la propia vida llevada a su más
alta expresión, y entonces, sin previo aviso,
irrumpiendo en mi conciencia
fenomenológica una voz, aguda y en
cierta forma estridente, o al
menos así la experimenté, dijo:
“Abuelo quiero agua”.
Y así, volví a lo
importante dejando atrás lo
que más importancia tenía.
Me recompuse, cogí a Hugo
de la mano y nos fuimos
ambos a la cocina para beber
un reconfortante vaso de
agua.
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Pliegos de Rebotica
´2017
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FABULA