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José Félix Olalla
Pliegos de Rebotica
´2017
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LIBROS
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Fernando Aramburu
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Tusquets Editores
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.Barcelona 2016
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646 páginas.
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P
ara sorpresa del editor, Juan Cerezo, y de su
autor, el donostiarra Fernando Aramburu, esta
novela ha traspasado los límites de lo literario
y se ha convertido en un aldabón que recupera un
periodo negro aún no cerrado de nuestra historia.
Quizá ocurre que ha llegado cuando ETA
felizmente ha sido derrotada y la sociedad puede
reflexionar con algún sosiego.
La narración mantiene su intensidad. Está
compuesta a partir de capítulos cortos, ciento
veinticinco, que recorren como una cremallera los
dos sentidos del tiempo y que permiten a los
hechos ir y venir para terminar hablando por sí
solos. Se centra en dos familias regidas por el
matriarcado, en su división y en el desolador
ambiente que el terrorismo provoca.
Aramburu elige un lenguaje directo en el que da la
palabra a diferentes narradores a veces en un
mismo párrafo, a veces al propio observador en
tercera persona. Se atiene a unos pocos personajes
aunque no olvida al conjunto. Parte de una villa
anónima pero los lugares topográficamente
localizables están ahí, con San Sebastián destacado.
Aporta hitos temporales que permiten acotar los
sucesos ficticios de la historia. El resultado es un
friso deslumbrante.
Tarde o temprano la visión fanática de las cosas
conduce al delirio y el odio acompañado por la
estulticia acumula la desgracia en los hogares de los
hombres. Es un laberinto del que es muy difícil salir.
Gravita sobre el relato, aunque no llegue a citarse,
la desafortunada frase pronunciada por un
responsable político,
unos mueven el árbol y otros
recogemos las nueces
, pues ocurre que si algo es
inmarchitable en Patria es precisamente la
descripción de un ambiente coral enrarecido, la
contemplación de unos comportamientos
sacudidos por el huracán de la tormenta en los que
a menudo se incumbe en carencias muy graves.
Sin duda el miedo ha sido determinante en la
mordaza de la sociedad; un miedo de fondo,
raramente confesado, que ponía sordina a las
conversaciones cuando no expulsaba de las mismas
los asuntos más evidentes que a todos concernían.
A su lado está el valor, que no es precisamente la
ausencia de miedo sino la capacidad de
sobreponerse y apelar a la dignidad y a la justicia.
Todos conocemos ejemplos de valor inmarcesible
mostrados en el País Vasco y fuera de él.
Hacia el final, la posibilidad del perdón se cierne
sobre el relato. Conceder el perdón es un milagro
cuando el perdonado tiene las manos manchadas
con la sangre de tu padre o de tu hijo. Exigir el
perdón es imposible; concederlo puede necesitar
requisitos pero sobre todo tiene consecuencias que
resultan luminosas.
Llega el libro en un momento oportuno. Basta con
examinar su éxito para que no necesitemos indagar
en otros argumentos. Se trata además de un libro
valiente pero es de justicia recordar aquí a otros
libros anteriores, editados en los años de plomo,
con los que el autor se jugaba literalmente la vida.
Raúl Guerra Garrido publicó en 1990 “la carta”
sobre la experiencia de la extorsión y en 2011 “la
soledad del ángel de la guarda” escrita según la
visión de un escolta.Ambas novelas responden a los
calificativos de compromiso y de excelencia y han
merecido reediciones, pero no alcanzaron en su
momento el eco debido. En 1976, sin embargo, Raúl
Guerra había ganado ya el premio Nadal con
“lectura insólita del capital” quizá la primera novela
que se escribió sobre el terrorismo de ETA.
Es verdad, ninguna obra comprometida es fácil de
leer pero ninguna más que ellas merece la pena
leerse.
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Patria