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e muchas formas se ha expresado
la virtud de saber separar la
realidad como verdad de la
subjetiva vivencia de la realidad,
Para Calderón la vida era sueño,
Machado quiso dejar ver su impresión con un
caballito de juguete, Platón lo vio a través de
sombras proyectadas sobre una pared y con
menos elegancia, cada uno de nosotros sabe en
su más íntimo sentir que no siempre vemos lo
obvio, que existe alguna diferencia entre lo real y
lo percibido.
Ahora, como es verano, las noches son dadas
a la contemplación de las estrellas. Por eso,
siguiendo esta pequeña tradición, me recliné en
una tumbona de jardín y dejé la vista clavada en
una pequeña sección del firmamento.Todo
parecía embebido de quietud, solo las copas de
los árboles se movían empujadas por un viento
de verano surgido de la diferencia entre el calor
de la tierra y el desvanecimiento del Sol.
La quietud me invadía haciéndome sentir
centro de todo, el eje sobre el que el mundo se
dibujaba. Después, asaltó a mi mente el saber, lo
que nos viene a través del conocimiento y no de
lo cognoscible. Recordé que esa quietud es un
engaño, que el Universo se expande y que todo
astro se mueve a una velocidad vertiginosa,
tanto movimiento a mi alrededor y sin
embargo yo me sentía quieto y
además centro de la quietud.Así
pude pensar que mi percepción
se había desarrollado para
servir a un fin distinto de la
verdad, la función, la
percepción sirve al
organismo, como si de un
servicio de inteligencia se
tratara, saber solo aquello
que se necesita ver. De
este modo, una vez
evidente este
extremo, es
necesario separar la
percepción de la
verdad, si bien, claro está, tal cosa es imposible,
por tanto debería separarse la parte de la
percepción sirviente al organismo y dejar solo la
que compete a una antinatural curiosidad. En
términos matemáticos, debería separarse la
varianza error de la varianza total. En términos
psicológicos, quitar el ego de la situación y poder
así ver de un modo directo, y dado que esta
visión sería imposible dado que todo sentido es
sirviente de la función global del organismo, solo
nos queda el ojo de la mente, el experimento
mental, explotar la capacidad de ver lo
incognoscible. Imaginar la verdad.Así es posible
desplazarse por el universo montando un rayo
de luz y encontrar a Einstein realizando idéntico
ejercicio, no olvidemos que su propio modelo
relativista obliga a permanecer en el intemporal
una vez cercanos a la velocidad e la luz, de modo
que seguir otro rayo obliga a encontrarle en una
especie de horizonte de sucesos, más amplio que
el de cualquier agujero negro.
Pero ¿por qué conformarme? No quiero
asumir la limitación de la velocidad de la luz,
nada me impide acelerar más allá de esa
limitación. De hecho, hipnotizado aún por aquel
punto brillante enmarcado entre las copas de los
árboles, sentía que podía generar cualquier
imagen en mi mente. Diseñé una
moto con capacidad para
acelerar desde la quietud hasta
la velocidad de la luz y aún
dejar un reservorio de
potencia para
superarla. Monté el
vehículo y comencé
a acelerar, las
primeras
impresiones son
fáciles, se
distinguen poco de
las que sentimos
en un avión
comercial. Luego las
fuerza G aparecen y el
primer gran cambio
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Javier Arnaiz
Experimento
mental:
Pliegos de Rebotica
´2017
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FABULA
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