Revista Farmacéuticos - Nº 115 - Octubre-Diciembre 2014 - page 21

E
n cuanto hubo aliviado
el urgente requerimiento de
la próstata, don Atilano
Rocamora se aprestó a
comenzar la jornada del
lunes. Puntual, como cada
mañana, había entrado en su
botica a las nueve y cinco
minutos. Escogió una llave
enganchada en la leontina
que colgaba de unos tirantes
combados por la barriga
obispal. Con ella le dio
cuatro vueltas al cerrojo de la puerta del
laboratorio.
Cuando encendió la luz, el desconcierto le puso
los ojos como huevos de paloma.
—Pero…, pero… ¿Qué es esto…? ¡Por todos
los demonios del infierno!
En la pared, su bisabuelo, el primer Atilano
Rocamora, le miraba serenamente desde un
óleo en el que, con bata blanca, monóculo y
pajarita, apoyaba la mano en su reconocida
obra «Influencia del botánico malagueño Ibn al-
Baytar en el desarrollo de la Galénica moderna.
Formulario y principios activos». Sin embargo,
el motivo del asombro de su biznieto no era que
el cuadro estuviera algo escorado en la pared,
sino el paisaje de desorden que se extendía por
suelo y bancadas. Matraces, pipetas y embudos
desparramados aquí y allá. En la pila,
erlenmeyers
con restos de líquidos coloreados.
Las puertas de la nevera y la estufa
entreabiertas; polvos, papel de filtro, legajos de
recetarios dispersos hoja a hoja, liberados de
balduques. Unos intrusos se habían atrevido a
violar el laboratorio de formulación magistral
¡de la farmacia con más solera de la ciudad!
Con el sobresalto a don Atilano se le escurrió la
botella de brandy que llevaba en una bolsa, y el
licor se extendió rápidamente por toda la
rebotica como una alfombra etílica que perfumó
la atmósfera en segundos.
— ¿Líquidos de colores? ¿Qué clase de
líquidos? —El comisario Eugenio Pernales le
interrogaba de pie, las manos en los bolsillos.
—En los recipientes, en la pila, Eugenio,
pegajosos… Los olí: zumos de naranja, de
plátano..., y apestaban a alcohol. Han arrasado
la nevera, se han comido la fruta, bebido los
licores..., —don Atilano elevaba el tono de voz,
al borde del gimoteo— han arrasado los
estantes, han..., han..., —titubeaba— vertido el
agua destilada, los disolventes...
¡Sinvergüenzas! ¡Vándalos! ¡Cafres!—
Enfebrecido, prorrumpió en una letanía de
maldiciones, alguna fuera de lugar en un
farmacéutico de su reconocida compostura.
P
de Rebotica
LIEGOS
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Misterio galénico
Rafael Borrás
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