Revista Farmacéuticos - Nº 115 - Octubre-Diciembre 2014 - page 14

poetas de hoy
poetas de hoy
Aquí no hay nada más, este destino
Tiene raíz de nada en el silencio,
Puertas para el salón que me cobija.
En la voz que me nombra
yo os ofrezco:
El tiempo que convoca las palabras
Que proceden del hombre.
El espacio sin dunas ni silencio.
La vid que se desangra.
Ese mundo inaudito que he guardado
Detrás de la memoria.
La sed y el alimento desecado
En veranos sin nombre.
La fruta prohibida.
La necedad del mundo que desgasta
El oro de los dioses.
La cometa que muere dividida
Entre el cielo y la tierra.
La nada, como germen de abundancia.
La sombra que tu cuerpo deposita
Delante de la casa de mis padres.
la senectud que pierde lejanía
Frente al fin deseado.
El vaso con el agua de la fuente
que calmará la sed.
Los círculos que sangran.
Ese febril pasado que conoce
la raíz de los hombres
que caminan.
La voz que me alimenta y me sostiene.
Tu piel, como emoción que condimenta
Las noches que no duermo.
La muerte, como cuenco que recibe
El don de su milagro.
La palabra y el musgo.
El ácaro que brilla en el alero
De la casa vacía.
El pozo de las dudas.
El libro que contiene los espejos
Y son nuestra distancia.
La emoción que consagra un espejismo
Que llamamos silencio.
La pátina que esconde el pueblo antiguo.
La sombra que desciende del alero
Y se convierte en pájaro.
la emoción que se nutre de la tierra.
Ese milagro viejo que regresa
Al punto del origen.
La voz de los inviernos, su textura
Como rito sagrado.
La fértil levedad de una magnolia
Que regresa del tiempo, que se esconde
En la oquedad del mundo.
La fruta que contiene el sedimento
De pueblos olvidados.
Tu piel:
fertilidad que se deforma
En las manos que buscan los secretos
De un tiempo dividido.
La pared de la vida.
La fiebre que protege los misterio
Que hacen llorar al hombre.
El pensamiento breve.
La hoz, como conflicto de existencias
y muertes prematuras.
Lo inmenso de ese bosque, que recuerda
Las miserias del mundo.
Lo que pende del hilo de la vida.
Lo que fermenta al lado del arroyo
que el verano deshace.
La mies
Que en el invierno
Se desangra.
El insecto que busca entre los huecos
De encinas calcinadas
Su refugio de invierno.
Los designios divinos
Como dolmen
Que surge de la cima de una loma.
El paisaje que rompe el esqueleto
De viejas cordilleras.
Los ojos que se cierran para siempre.
El pez que se confunde con las piedras
Y el agua transparente.
El viento que cimbrea viejos chopos
Condenados al fuego.
la emoción que desangra el infinito...
Todo esto que digo,
Pertenece
A la humildad del hombre,
Al tiempo que cobija nuestra casa,
Al pozo de los siglos,
A la quietud que borra las ausencias
Cuando ya no existimos
Y a todo lo que Hurga en el presente
Que siempre me acompaña.
Porque el reloj predice, en su quejido,
Esa ausencia final que convocamos
Delante del espejo.
Adolfo Alonso Ares
P
de Rebotica
LIEGOS
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