historia, sino conservar y acrecentar lo
auténticamente vivo que hay en ella: el
pensamiento y la belleza. Los que combaten
ciegamente la tradición resultan tan peligrosos
como los que pretenden, no menos ciegamente,
vivir solo de su recuerdo. Martin Heideger
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decía
que
no es que la antigüedad deba ser superada,
sino que debe combatirse a sus malos albaceas.
Complementariamente, Konrad Lorenz afirmaba
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que
quienes prefieren decididamente las
excelencias de los tiempos pasados y optan por
los valores educativos de una vida espartana,
revisarían sus opiniones si se les obligara a
soportar una intervención quirúrgica de hace dos
mil años.
Si nos concentramos en el presente e ignoramos el
pasado, perderemos un patrimonio valiosísimo.
Igual que si solo miramos a lo que esté
inmediatamente de frente, no podremos conocer y
disfrutar de todo lo que hay y acontece a los lados
del camino y en lontananza. La diferencia entre
estar
concentrado
y estar
atento
es la misma que
existe entre
divertirse
y
disfrutar
. Divertirse es
escapar de una realidad angustiosa, mientras que
disfrutar es experimentar el gozo de vivir la
realidad en toda su intensidad; concentrarse
significa aislarnos de todo para fijar nuestro
interés en un único punto, olvidándonos del resto,
mientras que estar atento es abrir todos los poros
de nuestra inteligencia sentiente a una realidad en
la que todo está estrechamente interrelacionado.
El actual
modelo estándar de la física de
partículas
resulta atractivo y consistente,
especialmente ahora que el bosón de Higgs parece
consolidarse empíricamente tras su inicial
renuencia a querer asomarse. Pero –reconózcalo–
algo nos dice que la realidad sigue desbordando
ampliamente a la teoría. Tanto es así que el físico
y matemático Roger Penrose
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ha tenido que
aceptar que
todavía no ha salido a la luz el
verdadero esquema de la naturaleza para la física
de partículas; un esquema semejante debería ser
matemáticamente consistente y no tener el hábito
desagradable que tienen nuestras teorías
cuánticas de campos actuales de escupir la
respuesta “ ” a preguntas físicas razonablemente
planteadas.
De alguna manera, la realidad parece resistirse a
abrir sus últimos cajones. Quizá no tiramos con
suficiente fuerza de las manillas o, lo que creo
más probable, es que no sabemos cómo tirar ni de
qué tirar; aún más, estoy convencido de que esos
cajones no son los últimos que quedan por abrir.
Es posible que hayamos
alcanzado un punto en el
que ya no hay manillas y
solo queda hacernos con la
realidad a través del mundo
platónico de las ideas, como propone el
propio Penrose.
En realidad, el propio significado de los
números es un problema filosófico y conceptual
sorprendentemente difícil; sabemos cómo se
comportan pero no sabemos lo que son.
Entendemos que los números son una
construcción mental, pero intuimos que seguirían
teniendo significado incluso si los seres humanos
desapareciéramos de repente. Posiblemente, por
eso –aunque a algunos les pueda parecer
sorprendente– los matemáticos son más religiosos
que la mayoría de los demás científicos; de hecho,
el porcentaje de matemáticos que creen en Dios y
en la vida ultraterrena es dos veces mayor que el
de los físicos
8
. A ello podría contribuir la
característica de que las matemáticas son el único
ámbito donde no se necesita hacer ninguna
referencia a nuestro entorno físico, biológico o
psicológico y buena parte de su efectividad como
forma de entender el universo deriva de su
capacidad para adaptar ideas y transferirlas de un
área de la ciencia a otra
9
. La consistencia de las
matemáticas siempre ha sido su principal aval; el
problema es que Kurt Gödel demostró que si las
matemáticas son lógicamente consistentes,
entonces es imposible demostrarlo. De hecho,
algunos enunciados matemáticos no pueden ser
demostrados ni refutados: son indecidibles.
El modelo estándar de la física de partículas y, en
general, prácticamente toda la ciencia moderna se
ha construido sobre la premisa de que los
elementos constituyentes de la realidad observable
–e incluso de la no observable
directamente– presentan una
notable
simetría
. Utilizamos
habitualmente este término para
referirnos a una cierta
correspondencia de las partes
de un todo, ya sea en cuanto a
forma, tamaño o posición.
Cuando lo aplicamos a una figura,
lo hacemos con relación a un
centro, a un eje o a un plano.
Por ejemplo, si observamos el
horrible florero que nos regaló
la tía Eduviges, comprobamos
que aunque le demos la vuelta
nos sigue pareciendo igual de
espantoso; de la misma forma,
P
de Rebotica
LIEGOS
35
5
Martin Heideger.
El problema de la trascendencia y el problema del ser y del tiempo.
6
Konrad Lorenz.
Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada.
7
Roger Penrose.
El camino de la realidad. Una guía completa de las leyes del universo
.
8
David Ruelle.
El cerebro de los matemáticos.
9
Ian Stewart.
Historia de las matemáticas en los últimos 10.000 años.
LA REALIDAD