Revista Farmacéuticos - Nº 128 - Enero-Marzo 2017 - page 37

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or fin llegó el solsticio de verano.
Para el clan la noche más corta era
una ocasión de festejo, todos se
reunían en torno a un gran fuego y
compartían una larga cena, comían,
bebían y festejaban hasta que el sueño les
dominaba y caían entonces rendidos a la luz
del fuego y el calor del verano. Cuando esto
ocurría, aprovechaban para reunirse en
asamblea algunos de los allí presentes,
siempre los mismos, unos pocos interesados
en compartir, además de víveres, sus
inquietudes, los pensamientos que durante
el año habían
perturbado
su sueño.
Unas veces
en forma de
pesadillas y
otras como
luminosos destellos
de un futuro mejor.
Todos habían aprendido
a llevar sus
ensoñaciones
a la vigilia, les
bastaba con contemplar un
fuego bien alimentado para que
sus conciencias comenzaran
divagando entre las llamas una
especie de narrativa interna que,
en ocasiones, producía un íntimo
estado de percatación.
Para aquel verano,
uno de ellos
propuso que
cada uno
defendiera una
parte de la
vida. La
hierba, el
árbol, el
agua, los
animales de
caza y los de
presa y uno más
que representara el continuo ciclo del
destino. Dado que seis era el número de
asistentes, así hubo de quedar su apuesta
narrativa aunque todos asumían que aquello
era una mínima representación de lo que
compone la madre Tierra. El tema que
preocupaba al ponente era la continuidad, lo
que hace que la hierba permanezca, que el
árbol sea eterno y que el río siempre
contenga agua.Y sin embargo, ellos mismos,
sabían de su condición perecedera siendo
quienes administraban todo cuanto
acontece, eran al mismo tiempo los únicos
que
inevitablemente
caían en el
extraño sueño
del abandono a la
muerte.
Quien quiso hablar por
los árboles tomó la
palabra. “Yo soy siempre
constante, mis cambios son
solo apariencia, aún durante el
frío invierno sigo pleno de sabia
y aprovecho para recomponerme
y después dar de mí los frutos que
a todos complacen. Soy eterno y
generoso y en eso radica mi
continuidad.”
El círculo del destino
añadió: “He visto árboles
dejarse vencer por la
quietud y como sus
troncos se han secado.
Tú no eres eterno, tan
solo permaneces largo
tiempo”
Entonces habló
quien lo hacía por
la hierba. “Yo soy
eterna,
desaparezco pero
solo temporalmente.
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Javier Arnaiz
FABULA
Renovación
Pliegos de Rebotica
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