Revista Farmacéuticos - Nº 118 - Julio/Septiembre 2014 - page 12

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Pliegos de Rebotica
´2014
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randes periodistas y escritores de la
historia, han sentido fascinación por el
crimen y por la mentalidad criminal.
Por crímenes reales que luego
reflejaban como artículo periodístico
o basándose en ellos para escribir una novela.
Dickens, Galdós, Dostoyevski, Emilia Pardo Bazán,
Pio Baroja, Truman Capote, y tantos otros.
Galdós y Baroja no se perdían una ejecución en
garrote. Ambos fueron testigos de la ejecución de
Higinia Balaguer, la autora del tristemente célebre
“El crimen de la calle Fuencarral”.
De la misma manera, Gabriel García Márquez
(GGM) se sintió atraído por el enigmático caso de
Wilma Montesi, joven italiana que apareció sin vida
en una playa de Ostia en 1953.
GGM era por esas fechas un periodista que ya
apuntaba maneras. Colaboraba en varios diarios y
revistas de Bogotá: El Universal, El Heraldo y sobre
todo, El Espectador. Él mismo se definiría después
como un periodista que escribía libros de
periodista.
Cuando ocurrió lo de Wilma Montesi, se interesó
por el caso. Seguía toda la información que le
llegaba de la lejana Europa con apasionamiento y de
esa manera, cuando comenzó el juicio en 1955,
pidió a sus jefes que le enviaran como corresponsal
para cubrir la noticia. De paso, se acercaría al
festival de Venecia y se interesaría por la salud del
Papa Pío XII.
Sus crónicas no se parecían en nada a la de otros
periodistas. Envió a su periódico catorce relatos
sobre lo sucedido como solo él sabía hacerlo. No
intentaba descubrir qué era lo que había ocurrido
en tan misterioso asunto. Se limitó a contar lo que
sabía y lo que veía. Porque según llegó a Roma, se
dirigió directamente a la casa de la víctima,
describió la vivienda, preguntó a vecinos, conocidos,
amigos y familiares. Los demás periodistas se
limitaban a transcribir los informes policiales.
A través de esas catorce crónicas, los lectores de
su periódico se fueron enterando de lo sucedido.
Wilma Montesi era una joven romana de 21 años
que vivía en compañía de sus padres, una hermana
mayor que ella y otro hermano, en un caserón de
Roma dividido interiormente como una corrala. En
medio un patio con una fuente en donde se reunían
todos los vecinos. Como si de una familia numerosa
se tratara. Todos ellos, bajo la atenta mirada de la
portera, en su habitáculo junto al portal.
El padre de Wilma trabaja de carpintero.Vivían sin
lujos pero sin agobios. El novio, policía, con el que
pensaba casarse en breve. De hecho, ya estaba el
vestido de novia casi listo en el taller de la modista.
Mientras el novio de Wilma estuvo destinado en
Roma, la joven llevaba una existencia insulsa, quizás
gris, pero es mejor eso que un futuro negro como
el que la esperaba. Solo salía en compañía de su
madre y hermana de compras o al cine y el resto
del tiempo con su novio. Era seria y retraída.
Marisol Donis
LOS BOTICARIOS
Gabriel García Márquez
No todos los narradores son iguales
El joven Garcia Márquez
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