Revista Farmacéuticos - Nº 118 - Julio/Septiembre 2014 - page 3

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iempo de reflexión y calma. De
vida bucólica o arriesgada. De
viaje exterior o al más recóndito
interior.Todo cabe en los largos,
en los luminosos días del verano.
Sobre todo esa lectura larga y lenta en la
que lo leído pasa a formar parte de ti. Ideas,
conocimientos nuevos o sentimientos que
nos hacen crecer, que nos llevan hacia
delante. O hacia arriba. No sé. Pero
irremediablemente ya no estás en el mismo
punto que antes de esos momentos.
Es lo que me sucedió a mí con ese poeta
grande que es Rafael Morales; un poeta para
el que nada, ni el objeto más humilde es
ajeno a la emoción poética. Siempre en clara
oposición a la injusticia, presenta su obra una
especie de devoción por lo sencillo y por la
inermidad de los objetos y las criaturas, lo
que, también por su categoría poética, le
hace prototipo de poeta grande de
testimonio. Releo “Poemas del toro”, la gran
revelación de Rafael Morales, al irrumpir en
el panorama lírico español con este que fue
su primer libro y que tuvo gran éxito. Fue su
ternura y una evidentemente cálida
expresión emotiva lo que, añadido a su
maestría poética, le hizo alcanzar una fama
inmediata.
El toro es la pasión y
la muerte. El dolor y la
bravura. Es un símbolo de todo
esto, pero también de la injusticia,
del dolor abrasante del vencido. La
poesía, la buena poesía siempre trasciende
la letra, la anécdota, la propia música de la
palabra: “Donde suena un rumor de sangre
airada / y hay un oscuro llanto que no
suena….”
Y lo humilde. Es el poeta que mejor lo ha
cantado. Con mimo. Con entrega. Con una
delicadeza conmovedora. Ante la dura
libertad del hombre pasivamente
hipotecada por un tiempo que avanza y
escucha como si nos contara los pasos
hacia la muerte.Y en la calle, los hombres,
las dudas de la niebla, la gente cotidiana
que vive a contrapelo mientras el sol
engalana a las humildes criaturas que van y
vienen por nosotros y hasta nosotros.
“Mira los barrenderos matinales, / los hijos
del rocío y de la pana, / los fluviales
mangueros/que en un chorro de colérica
plata / sostienen en el aire algún tierno
arco iris, /un fúlgido jardín, / un ala pura de
la primavera…..”
Y ese archiconocido, publicado hasta la
saciedad y siempre nuevo, “Cántico
doloroso al cubo de la basura”. “Tú curva
humilde, forma silenciosa, / le pone un triste
anillo a la basura. / En ti se hizo redonda la
ternura, / se hizo redonda, suave,
dolorosa….”
Es su amargura sofocada en lírica
resignación o su mansa rebeldía. No sé. O
esa maestría para encontrar la palabra justa.
O su certera intuición lírica. O ese rapto
tan hondo por su emotividad que cubre
todo lo que tan sencillamente puede
despertar nuestra imaginación sensitiva, lo
que coloca a Rafael Morales en la primera
fila de nuestros poetas.
Rafael Morales deja en la palabra una
impregnación de bondad. Pondera lo
cotidiano sin apelar a otro medio que no
sea el de la propia sencillez, aunque
siempre en el seno de la belleza, cercano a
una verdad contemplada en la tristeza, sí,
pero también inundada por el amor a todo.
El nos ha ofrecido un ejemplo difícil de
seguir porque esa altísima predestinación
para manejar la verdad y la belleza, no es
cosa que pueda aprenderse en los libros.
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Margarita Arroyo
Pliegos de Rebotica
´2014
CARTA DE LA DIRECTORA
La poesía
de lo humilde
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