Revista Farmacéuticos - Nº 117 - Abril-Junio 2014 - page 27

traslado a las cuartillas y los mando a la imprenta,
deseando que sean gratos a los lectores”.
Siempre tuvo una gran influencia en los salones
aristocráticos, el primer invitado era él.
Murió de un ataque de hemiplejía el 27 de marzo de
1907 a los 58 años de edad.
Eugenio Rodriguez Ruiz de la Escalera,
Montecristo
,
firmó en un principio como Monte Amor. Para la Pardo
Bazán,
Monte-Cristo
no otorgará jamás el calificativo de
hermosa, ni elegante ni bella, a ninguna señora que no
figure en primera línea de la escena mundana, sea por
su elevado nacimiento, su gran fortuna o por la
posición política de su marido.
De igual manera se refería Almagro San Martín a su
colega:“Ya puede una mujer poseer la belleza
espléndida de la mismaVenus Afrodita: Si no pertenece
al Olimpo de la suprema elegancia, nunca podrá
aparecer en una crónica de
Montecristo
con el término
de hermosa que Natura le adjudicó, sino con aquel que
la tarifa mundana le asigne”.
Cronista destacado es el Padre Coloma que se
inspiró en señoras de la aristocracia para los
personajes de su novela más conocida: Pequeñeces en
la que el marqués de Sardoal, era el vivo retrato del
personaje de ficción marqués de Sabadell. Según parece,
se inspiró en Sofía Troubetzkoy, duquesa de Sesto y
marquesa de Alcañices, para otro de sus personajes en
dicha novela.
El cronista social es casamentero, partero, juez de
paz y vicario. En pago de esos trabajos recibe una
sonrisa, un apretón de manos, un asiento en el palco, y
cuando el servicio es más importante, hay aquello de
“que no me olvides los lunes: a las siete comemos”.
Este convite, sobre todo si la señora de la casa le da el
brazo al ir a la mesa y lo sienta a su derecha, es el
punto culminante de su gloria.
La mayoría de estos hombres son almibarados y
algo cursis:“Aquella niña que vino a encantar el hogar,
aquel capullito de rosa y nieve, es ya una mujer y un
joven pidió su mano”.
Peor es el siguiente:“Fue notable esta soirée por las
muchas mujeres deslumbradoras de belleza que eran la
admiración del sexo fuerte, tan débil ante ellas. Entre
todas descollaba esbelta como la palmera, tierna como
la violeta y perfumada como la rosa, la bellísima hija de
los condes de Campo-Alange, ese rayo de sol que tiene
el privilegio de fijar todas las miradas, de encender
todos los suspiros y admirar a todos los artistas”.
Cronista social de excepción fue Gustavo Adolfo
Béquer. Publicó sus Leyendas entre 1858 y 1864. En
1864 era censor de novelas y ese mismo año colaboró
como cronista social en El Contemporáneo con su
“Revista de Salones”.
Solo una mujer destacó como cronista social en
esos años: Concepción Gimeno era quien firmaba
las crónicas sociales en El Album Ibero Americano.
De extensa cultura, estudió en Zaragoza y en 1869
con solo 19 años de edad publica su primer
artículo en la revista El Trovador del Ebro. Escribe
ensayos, novelas. Se casa con el director de la
revista El Album Ibero Americano y viaja por todo
el mundo, fundando revistas y participando en
ciclos de conferencias. Su tema preferido: la mujer.
El diario El Liberal la describió como la mujer que
consagró su talento al estudio de arduas
cuestiones, cuyo conocimiento no es moneda
corriente en el bello sexo.
Algunos cronistas valían más por lo que
callaban, que por lo que hablaban. Podían ser
mordaces, sarcásticos, pero es indudable que
estaban bien informados y lo que contaban era
absolutamente cierto. Como los actuales Jesús
Mariñas o Jaime Peñafiel. En lo único que no ha
cambiado la relación cronista-anfitriona, a pesar de
que ha pasado más de un siglo, es que gracias a los
cronistas sociales, más de una dama de la alta
sociedad se libró de permanecer en el anonimato
durante toda su vida.
Fueron el germen de la actual “prensa rosa”.Toda
una génesis de lo que vino después.
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Pliegos de Reboticca
´2014
Leocadia Zamora y Quesada
La Condesa de Vilches
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