Revista Farmacéuticos - Nº 117 - Abril-Junio 2014 - page 26

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a crónica de sociedad nace con las cartas
de la marquesa de Sevigné a su hija
Francoise-Marguerite, en la Francia del
siglo XVII. Crónicas de la vida cortesana
que rodeaba a Luis XIV.
Opinaba la condesa de Pardo Bazán que el
cronista social es un hombre serio que conoce el
mundo perfectamente, aun cuando en sus crónicas
tenga que olvidar esta ciencia y envolver la realidad en
dulces mentiras. Para ella, la crónica de sociedad es un
género que se alimenta de la chismografía porque,
argumenta, la chismografía de hoy es la historia de
mañana.
La crónica social es la noticia con forma literaria
para hacerla interesante y sugestiva.
En España el maestro de los cronistas de sociedad,
que brilló en los años 1849-50-51, es Ramón
Navarrete, quien firmaba sus crónicas con el
pseudónimo de
Asmodeo
, aunque comenzó utilizando
los sobrenombres de
Leoporello, marqués de Valle Alegre
y
Pedro Fernández
. Finalmente y durante veinticinco años
fue
Asmodeo
.
Era el único escritor de esa época que tenía
entrada franca en los salones aristocráticos.
Colaboraba en el diario La Época con una sección
titulada “De todo y de muchas cosas más”.Trataba con
la mayor confianza a toda la aristocracia. Una crónica
suya comenzaba así:“Tenemos ya en San Sebastián a la
bella marquesa de La Laguna, cuya alegría, cuyo buen
humor, cuyo gracejo tanto contribuyen a la animación y
a los movimientos sociales”.
No podía disimular su contrariedad cuando una
semana no estaba plagada de fiestas:“Entre nosotros
abundan en el presente invierno (1876) más las
catástrofes que las fiestas. Más los duelos que las bodas.
Respecto de saraos y reuniones más o menos íntimas,
tampoco puedo dar noticias muy satisfactorias. No se
sabe si se bailará en casa de la condesa de Montijo; se
ignora cuando comenzarán las recepciones de los
duques de Almodóvar.Y, desgraciadamente, es casi
seguro que no tornarán a abrirse por ahora los salones
del palacio de Bailén. Nada diré del segundo sarao de la
marquesa de Arenales. Nada tampoco de una función
en un teatrito particular de la calle León”.
Se cuenta que forraba de hule los bolsillos de su levita
o frac para llevarse dulces a su casa, y las anfitrionas
sabedoras de su vicio ponían ante él grandes bandejas
de emparedados.
Valía más por lo que callaba que por lo que sabía.
Mujeres de la nobleza le escribían notitas perfumadas
contándole intimidades que guardó para él. No escribía
nada al respecto, ni en clave. Los secretos inconfesables
se los llevó a la tumba.
Murió en 1897 “de repentina enfermedad” diez
años después de estar al borde de la muerte.
Con el tiempo, aparecen otros: José Gutierrez
Abascal
Kasabal
;Vadeiglesias
Mascarilla
, y Eugenio
Rodríguez Ruiz de la Escalera
Montecristo
. Este último
ejerció de 1890 a 1928. Madrizzy que fue seudónimo
del periodista René Halphen; el Abate Faria, y otros .
Alfredo Escobar, marqués deValdeiglesias firmaba sus
crónicas con los seudónimos de Almaviva, sacado de El
Barbero de Sevilla, y
Mascarilla
, de Moliere
Kasabal
, un seudónimo anagrama de su segundo
apellido Abascal, escribía en El Heraldo, La Epoca, La
Correspondencia de España, El Resumen, La Ilustración
Ibérica y la revista Blanco y Negro. Destacaba en él su
gran memoria, su amena conversación. Cuando era
invitado a una recepción obsequiaba a la anfitriona con
un abanico en el que pinta, él mismo, los sucesos más
relevantes. Por entonces, todas las publicaciones
periódicas contaban con un
croniqueur
, parecía que
hacer crónica de salones era lo más sencillo, pero está
claro que no bastaba con incluir una lista de nombres,
inventariar joyas y trajes, ni copiar el menú. Era
necesario suspicacia, imaginación para convertir un
hecho vulgar en una novela encantadora, atraer al
lector desde la primera línea y en eso,
Kasabal
era un
experto.
También era un magnífico repostero y fue famoso
su queso helado con crema de café llamado sorbete
Kasabal
.
Alguien dijo que este cronista era un murmurador
atroz de lengua muy larga. No era así. Simplemente,
debido a la independencia de su carácter, no se
doblegaba ante las exigencias sociales. Siempre dijo lo
que sintió y eso le ocasionó algún disgusto y también
algún desafío.
En sus últimos años
Kasabal
ya no podía, por
motivos de salud, asistir a ninguna recepción y le
mandaban toda la información por teléfono. Lo explica
él mismo en una de sus crónicas:“Recojo los anteriores
ecos que me trae el teléfono a mi sillón de inválido, los
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Marisol Donis
Pliegos de Reboticca
´2014
LOS BOTICARIOS
Cronistas de sociedad
en el Madrid decimonónico
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