L
a gran mayoría de los admiradores
del genial arquitecto catalán
resultan ser neófitos espectadores
que se dejan subyugar por la
primera impresión (ésta suele ser
de absoluta admiración) sin que
por ello alcancen a comprender
las verdaderas cualidades del
“lenguaje gaudinista”; a lo sumo
alcanzan a distinguir entre las
“tres etapas” un tanto difusas en
las que se divide su obra: Ésta se
inicia en 1883 y adquiere una
categoría ecléctica que dura hasta
el cambio de siglo, seguida de una etapa llamada de
madurez, donde se afianzan las “formas gaudinianas”
que, no obstante, hacia 1910 deriva a un periodo
denominado “deconstrucción”.
Antonio Gaudí, aún sin “dejar escuela” fue el
precursor de un opus novum. Ésta se inicia en 1883 y
adquiere una categoría neogótica -inspirada en las
teorías de Viollet-le-Duc y John Ruskin- que perdura
hasta el cambio de siglo; luego, en una segunda etapa
llamada de madurez es donde se afianza las “formas
gaudinianas” que no obstante, hacia 1910 deriva a un
periodo (tercera etapa) denominado por los críticos del
Arte como “deconstrucción” y prevalece con el
dominio de la geometría (F. Leroy) hasta su muerte.
De cada una de estas tres prolijas etapas resaltaré
una “obra de autor” que son referente,
a su vez, de las tres
“tendencias-
manifiesto” que
Gaudí legó para la
posteridad. Todas,
no obstante, se
fundirán en el
crisol de “La
Sagrada Familia”.
La primera, el Palacio
Episcopal de Astorga (1887-
93) asociado a la
Visión
Postgótica
; la segunda, la
Casa Milá o La Pedrera (1906-
10) relacionada con el
Acervo
Naturalista
; y la tercera, las Escuelas Provisionales
(1909-10) consustancial a la
Tradición Geométrica
.
El vago conocimiento que se tiene de la vida de
Antonio Gaudí, despierta en el neófito gaudinista un
renovado interés al comprobar con grata satisfacción
como su legado arquitectónico, amén de ser cada día
más popular entre el público en general, sirvió de
fuente de inspiración para una nueva generación de
“arquitectos-artistas” con amplios conocimientos sobre
el cálculo estructural y dominio de la
Geometría
. Así
sucedió que en la España de mediados del siglo XX,
una deslumbrante elite de “arquitectos-ingenieros”
representada por Eduardo Torroja, Miguel Fisac, Félix
Candela y el uruguayo Eladio Dieste, rompió el férreo
corsé racionalista, y liberando su creatividad
recuperaron los valores que han caracterizado la Gran
Arquitectura.
Tras la primera hornada de “arquitectos-artistas” al
fin se logró recuperar el hilo conductor que preserva la
“unidad de estilo” y que tan encarecidamente propuso
P
de Rebotica
LIEGOS
“Palacio
Episcopal
de Astorga”
(1887 / 93)
“Templo de la Sagrada Familia” (1910 / 26)
Antonio Gaudí (1878)
José María Fdez. CHIMENO
"La sabia admiración que despierta en una mente
receptiva la obra arquitectónica del genial Gaudí -
con los ojos de la infancia-, suele ser harto
profunda y perdura en el tiempo"
“Casa Mila”
(La Pedrera)
(1906 / 10)
Gaud í
el arquitecto de Dios
1,2,3,4,5,6,7 9,10,11,12,13,14,15,16,17,18,...52