E
l cabello es versátil,
antojadizo, mudable,
veleidoso, dúctil. Cambia a
capricho su color, su forma, su
volumen, su longitud, hasta su
textura. Puede aparecer largo
o corto, rizado o lacio, teñido
o natural, untado de aceites,
ceras, perfumes, polvos, en
trenzas, en rastas, en moños,
en tirabuzones, con cuentas,
lazos, flores, plumas… Así lo
expresa la letra de la melodía
que en 1968 la tribu Hair (
The
American Tribal Love/Rock
Musical
) dedicó al cabello en
su ópera rock sobre la cultura
hippie
, persistiendo su fama
hasta nuestros días:
There aren,t no words for the
beauty, the splendor,
the wonder of my hair, hair, hair, hair, hair, hair.
Flow it, show it, long as God can grow it, may
hair.
I want it long, straight, curly, fuzzy,
snaggy, shaggy, ratty, matty, oily, greasy,
fleecy, shining, gleaming, steaming, flaxen,
waxen, knotted, polka dotted, twisted,
beaded, braided, powdered, flowered,
and cofettied, bangeld, tangled, spangled an
spaghettied.
Gracias a esa cualidad de maleable, única con
respecto al resto de la anatomía del ser humano, el
cabello se comporta como un elemento
excepcionalmente valioso a la hora de describir la
fisonomía y la personalidad de un individuo. Tal
vez por ello, su pérdida llega a producir trastornos
psicológicos de extraordinaria importancia tanto en
hombres como en mujeres. Y si no fuese así,
Cayo Julio César (101–44 a. C.) conocido por su
sobriedad y elegancia así como por su trascendente
pensamiento político, no habría pedido permiso al
senado para poder llevar habitualmente la corona
de laurel con el fin de disimular su calvicie.
La importancia social del cabello se demuestra
irrefutablemente cuando se considera la
interminable historia de la búsqueda de remedios
para la calvicie. Curaciones
médicas, mágicas, religiosas,
psicológicas, han sido
proclamadas y usadas desde
tiempos ancestrales por los
portadores de la alopecia. Los
antiguos egipcios
recomendaban formulaciones
complejas - "
tómese una matriz
de gata y huevos de gavilán.
Mézclese bien con aceite y
hágase con la mezcla un
masaje sobre la cabeza"
-
mientras que en el papiro de
Ebers eran los exorcismos los
que dirigían la terapéutica
capilar. El sacerdote invocaba
al eterno e inmóvil Atón para
que alejase al maléfico espíritu
que se posaba en la cabeza de
los calvos. Cleopatra,
preocupada por su calvicie y la de Marco Antonio,
le recomendó remedios mágicos, compuestos de
ratones quemados, hierbas y diente de caballo
triturado. En España, el aceite de oliva en la zona
mediterránea formaba parte de las fórmulas
anticalvicie, mientras que en el interior, se
proclamaban las excelencias del aceite de bellotas:
“
Con aceite de bellotas, sale pelo hasta en las
botas”,
reza todavía el refranero popular español.
Es curioso el consejo de índole psicológica que
aparece en el libro titulado
El arte de peinarse las
señoras a sí mismas y manual del peluquero
de
M. Villaret, referido en el
Traité des maladies du
cuir chevelu
de Alphée Cazenave: "
los consuelos a
los que están cargados de penas, y el ejercicio a
los que se entregan a un trabajo inmoderado de
cabeza.
” Y no falta el dato insólito, ya en 1907, en
el que una prestigiosa revista científica publica una
teoría novedosa acerca de la patogenia de la
calvicie considerando que se produce por una
toxina creada a expensas del cabello muerto. El
remedio, también expresado en el estudio, era
simple y económico, pues simplemente consistía en
efectuar inspiraciones profundas.
El interés no se ha perdido. Insertar en un buscador
de internet la palabra “alopecia” permite encontrar
en segundos más de catorce millones de posibles
entradas. Ningún campo de la actividad humana,
P
de Rebotica
LIEGOS
5
La importancia
del cabello
Aurora Guerra
Pierre Louis Alphée Cazenave (1795-1877)