Revista Pliegos de Rebotica - Nº 140 - Enero-Marzo 2020 - page 3

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o sé por qué. Pero sucede. Llega diciembre y
una extraña querencia me lleva a Italia. No a
Palestina, que sería lo lógico.A Italia. Quizá
viene de una atávica reminiscencia del belén
barroco de mi abuela, con su ropaje
ampuloso y sus palacios quasi renacentistas. O por aquello
de la espeluznante relación del cristianismo y el Coliseo. O
Pedro en Roma pidiendo: ”No igual que al Maestro.Yo no
soy digno.” O el litúrgico latín.Y que no se me olvide el
Papa.Ahora que lo pienso, quizá no sea tan extraña esta
tendencia mía.
Sea como fuere, allí estaba en el avión en la vecindad de un
matrimonio sonriente profesora ella y coronel del ejército
él, que cuando supo mi otro nombre, afirmó que sabía algo
sobre él que seguramente yo no conocía. Escéptica, pero
educada, presto atención mientras él habla sin mirarme.
Como si estuviera recordando algo personal:
“Fue en Holanda el 7 de diciembre de 1785.
Concretamente en Empel. El Maestre de Campo Francisco
de Bobadilla comandaba las tropas del TercioViejo. Cinco
mil hombres. Cinco mil hombres sitiados por el enemigo, el
frio, el agua y el hambre. Cinco mil hombres frente a una
escuadra de barcos que los rodeaban. El Almirante Olak
sabe que a los españoles no les cabe ninguna posibilidad y,
caballeroso, les ofrece una capitulación honrosa, a lo que
Bobadilla contesta diciendo que los Tercios Españoles no
saben de rendición.Y añadió que ya se hablaría de ello
después de que hubieran muerto.
Ante esta respuesta, el Almirante holandés ordena abrir las
esclusas. El agua sube por los canales anegando el islote
por lo que los españoles han de refugiarse en un pequeño
montículo que es la única tierra no que está sumergida. En
tan exiguo espacio y a pesar de la humedad y del intenso
frío, comenzaron a cavar pequeñas zanjas donde
atrincherarse preparándose para su última batalla.
De pronto, la voz de un soldado se alza con sorpresa.
Acaba de encontrar enterrada una tabla flamenca
policromada que representa a la Inmaculada Concepción.
Ante esto, el Maestre coloca la tabla sobre la bandera
española y todos se hincan de rodillas y cantan la Salve.
Bobadilla, convencido, afirma: El hambre y el frío nos llevan
a la derrota, pero LaVirgen ha venido a salvarnos. ¿Queréis
con su ayuda quemar las banderas enemigas y vencer la
flota que nos rodea? Afirman los soldados aunque ignoran
qué hacer.Aguardan en vela.Arrecia el frio. Esperan contra
toda esperanza.Y el milagro se produce. Los canales, antes
enemigos, se congelan hasta tal punto que sobre ellos
camina sin problema el TercioViejo que llega hasta la flota
enemiga sorprendiendo a sus sitiadores.Al amanecer,
banderas y barcos holandeses ardían consiguiendo así los
españoles una victoria total. El Almirante Olak, entre
dolorido y asombrado, afirma que “ Para mí ,tal parece que
Dios sea español al obrar tan grande milagro”. Desde
entonces la Inmaculada Concepción de María es la patrona
de la Infantería Española.
Emocionante. Me alegro de haber tenido tales vecinos.
Pero ya se avista Roma abajo y lejos. Miramos con la
expectación de quien ama la belleza de las piedras
patinadas por vidas, tiempos y emociones. Roma: la
construida, derruida y construida de nuevo una y otra vez
en un círculo espectacular tozudo y hermoso. Roma: llena
de símbolos de una eternidad rota por el peso de los siglos
que a pesar de todo, sobrevive en su grandiosidad.
Y llego a uno de esos símbolos eterno y ruinoso a un
tiempo: El Coliseo. Con sus piedras carcomidas, melladas
por milenios y rapiña, entro en este recinto donde tuvo
cabida lo mejor y lo peor del ser humano con un respeto
profundo por sus diseñadores de medidas y proporcio nes
perfectas . Continuo, aún no llegué a mi destino y el hoy y
el ayer danzan mientras camino y aparecen y desaparecen
sin tregua mientras miro, oigo, huelo, siento la ciudad.
Las 7 colinas. Subir y bajar para encontrar Santangelo,
palacio y cárcel, la Loba Capitolina, mamma loba feroz
pero generosa y maternal.Ya voy llegando. Este año
cumpliré un capricho. Subo la escalera empinada y larga
del Ara Coeli. Allí estaba el templo donde la sibila
anunció a Octavio Augusto la venida de El Niño. Sobre
él, como suele suceder, construyeron siglos después este
templo cristiano. Entro y encuentro en el artesonado
recuerdos de Lepanto y en la nave derecha una capilla
de San Pedro de Alcántara, patrón de Extremadura. Pero
lo que busco está a la izquierda. Este año no hay carta a
los Reyes ni a Papá Noel. Este año mi carta irá para el
Sacro Bambino. Será una más de los miles y miles que
rodean cada año el Pesebre y que incluso llenan la
sacristía. Se las envían de todas partes en una costumbre
que olvidó su origen pero se mantiene viva por la
tradición y la fe. Nada hay en el sobre. Él sabrá mejor
que yo qué necesito.
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Margarita Arroyo
Pliegos de Rebotica
2020
CARTA DE LA DIRECTORA
Feliz Navidad
Felicidad para el resto
de nuestras vidas
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