 
          34
        
        
          ●
        
        
          Pliegos de Rebotica
        
        
          ´2015
        
        
          ●
        
        
          importante, de crearla. ¿Qué
        
        
          sentido evolutivo tiene esa
        
        
          complejidad, cuando una rata o
        
        
          una cucaracha consiguen adaptarse
        
        
          al entorno natural mucho mejor
        
        
          que el hombre? ¿Qué exigencia hay
        
        
          para que la evolución estire la complejidad
        
        
          hasta el infinito? No deberíamos quedarnos solo
        
        
          en las primeras preguntas.
        
        
          
            Cerebro singular
          
        
        
          No solo el cerebro hace único al hombre en
        
        
          relación con el resto de las especies animales. Más
        
        
          allá de esto, cada cerebro humano es único e
        
        
          irrepetible, con diferencias entre cada una de las
        
        
          personas que se manifiestan en varios niveles.
        
        
          Aunque la variabilidad genética que heredamos de
        
        
          nuestros padres desempeña un papel importante,
        
        
          incluso los gemelos idénticos criados por los
        
        
          mismos padres pueden diferir notablemente en su
        
        
          funcionamiento mental, en su forma de
        
        
          comportarse y en el riesgo de padecer una
        
        
          enfermedad mental funcional o neurodegenerativa.
        
        
          Tan importantes, al menos, como la herencia
        
        
          genética son las experiencias cotidianas; éstas
        
        
          pueden fortalecer las conexiones entre
        
        
          determinados conjuntos de neuronas y, además,
        
        
          existen otros factores como las mutaciones
        
        
          puntuales o la modulación genética, tanto durante
        
        
          las fases tempranas del desarrollo del embrión
        
        
          como en etapas posteriores de la vida ex utero.
        
        
          Durante la primera década del siglo XXI se han
        
        
          descubierto (Fred H. Gage,Alysson R. Muotri.
        
        
          
            La
          
        
        
          
            singularidad de cada cerebro
          
        
        
          . Investigación y Ciencia,
        
        
          2012; mayo 2012; pp. 14-19) unos genes muy
        
        
          peculiares que parecen actuar preferentemente en
        
        
          las células del cerebro. Se trata de los
        
        
          
            trasposones
          
        
        
          o
        
        
          
            genes saltarines
          
        
        
          .Aunque están presentes en casi todas
        
        
          las especies, su actividad en el cerebro humano
        
        
          parece ser especialmente relevante, insertando
        
        
          copias de sí mismos en otras partes del genoma y
        
        
          alterando el funcionamiento de la célula.Todo ello
        
        
          determina que cada célula donde interviene
        
        
          específicamente un
        
        
          
            trasposón
          
        
        
          se comporta de forma
        
        
          distinta a las células vecinas, aunque éstas sean
        
        
          histológicamente idénticas. De acuerdo con lo
        
        
          anterior, podría esperarse que si se dieran muchas
        
        
          de estas inserciones en múltiples neuronas podrían
        
        
          aparecer diferencias sutiles – o incluso no tan sutiles
        
        
          – en las capacidades cognitivas, en los rasgos de
        
        
          personalidad o en la propensión a padecer
        
        
          determinadas alteraciones neuropsiquiátricas.
        
        
          ¿Por qué la evolución ha permitido la
        
        
          persistencia de un proceso que hace variar la
        
        
          programación genética de un individuo? Es
        
        
          posible que al inducir variabilidad en las
        
        
          células del cerebro, los
        
        
          
            trasposones
          
        
        
          doten
        
        
          a los organismos –y en especial a los
        
        
          seres humanos– de la flexibilidad
        
        
          necesaria para adaptarse con más
        
        
          rapidez y eficacia a las
        
        
          circunstancias cambiantes del
        
        
          medio. En cualquier caso, es una
        
        
          cuestión más que guardamos en el
        
        
          enorme cajón de los temas no
        
        
          resueltos.
        
        
          Antonio Damasio defiende la idea
        
        
          de que el cerebro levanta mapas del mundo a su
        
        
          alrededor, así como de sus propias actividades,
        
        
          experimentándolos como imágenes en la mente
        
        
          humana, y a medida que las experiencia vividas
        
        
          son reconstruidas y repetidas, son reevaluadas e
        
        
          inevitablemente reordenadas, en términos de su
        
        
          composición factual y acompañamiento emocional.
        
        
          Se trata de una mente de la que no solo somos
        
        
          conscientes, sino de la que nos sentimos
        
        
          propietarios. Ese sentimiento de existencia
        
        
          –
        
        
          
            conciencia
          
        
        
          – carecería de sentido si no fuese
        
        
          acompañado de otro no menos importante, la
        
        
          propiedad de la mente, es decir, la autoconciencia o,
        
        
          si el lector lo prefiere, la
        
        
          
            subjetividad
          
        
        
          . En definitiva,
        
        
          saber que somos.
        
        
          Las dos anteriores conducen a una tercera
        
        
          propiedad de la mente humana, que consiste en la
        
        
          capacidad para verse a sí misma como si fuera un
        
        
          ente diferente, hasta el punto de creernos capaces
        
        
          de dialogar con nosotros mismos. Esto es algo
        
        
          absolutamente inabordable desde la biología animal
        
        
          y sobre lo que ya reflexionó Platón hace veinticinco
        
        
          siglos. Él acabó adoptando una posición dualista,
        
        
          esto es, la consideración de que el cuerpo y la
        
        
          mente son dos entidades independientes y
        
        
          separables.
        
        
          El dualismo ha pervivido hasta nuestros días,
        
        
          enmarañado en diversas ontologías o formas de
        
        
          entender al hombre. En algunos casos ha sido
        
        
          empleado, como señala Agustín Udías
        
        
          
            Ciencia y
          
        
        
          
            religión. Dos visiones del mundo
          
        
        
          ], para tratar de
        
        
          solucionar los problemas del materialismo,
        
        
          aceptando la realidad del ámbito del espíritu en el
        
        
          hombre. En cualquier caso, queda el problema de
        
        
          cómo pueden relacionarse estos dos mundos
        
        
          aparentemente inconexos, uno totalmente
        
        
          determinado y el otro libre.
        
        
          Sea como fuere, es cierto que, al menos
        
        
          funcionalmente, percibimos un cierto grado de
        
        
          separación entre nuestra mente y nuestro cuerpo.
        
        
          Somos capaces de mover las manos al mismo
        
        
          tiempo que escuchamos música y meditamos
        
        
          acerca de las últimas noticias políticas; esta
        
        
          capacidad nos permite reflexionar sobre cada una
        
        
          de las acciones conscientes que realizamos.
        
        
          Esperamos encontrar sentido en nuestras acciones
        
        
          porque somos conscientes de ellas, pero la
        
        
          búsqueda de ese sentido específico en cada uno de
        
        
          nuestros actos individuales nos sugiere algo
        
        
          más. ¿Por qué no buscárselo a la vida
        
        
          entera? ¿Por qué no buscar el sentido
        
        
          de nuestro universo y el de toda la
        
        
          existencia?
        
        
          ■