partituras y el propio director han ido surgiendo
paulatinamente de forma inevitable, como la
consecuencia ineludible de un cuadro general que,
alcanzado un punto crítico, salta a otro nivel de
complejidad? Sé que no es un argumento científico,
pero una tía de mi esposa –que no era científica,
pero sí muy observadora– decía que donde no hay
orden, aparece solo.
Cerebro humano
Hay algo que nos hace especiales y que nos separa
del resto de seres vivos. No somos una más de las
millones de especies en las que se ha diversificado la
vida en este planeta. Como dice Gazzaniga, aunque
estemos hechos de los mismos componentes
químicos y tengamos las mismas reacciones
fisiológicas, somos muy distintos de otros animales.
Para Gazzaniga, la humanización ha supuesto una
especie de cambio de fase, sin que haya una única
cosa que pueda dar cuenta de nuestras
espectaculares habilidades y de nuestra capacidad de
viajar mentalmente en el tiempo hacia un mundo casi
infinito, más allá de nuestra existencia fáctica. Lo cual
implica, se quiera o no, una manifestación de
trascendencia del ser humano.
Otra neuróloga, Laura Bossi (
Historia natural del
alma
), afirma que el cerebro es el órgano que ha
permitido al ser humano liberarse de las
imposiciones genéticas, tener una historia y poder
contarla. Por ello, el ser humano sería el
individuo más
individual
de todos los seres vivos; pero, al mismo
tiempo, un ser social que debe al resto de los
individuos buena parte de lo que es.
Justamente, en el equilibrio entre lo individual y lo
social del ser humano es donde reside, en mi
opinión, el auténtico nudo gordiano de nuestra
evolución como especie única.
¿Desde cuándo somos tan listos y tan mirados
por nosotros mismos? Pues la verdad es que nuestra
aparente inteligencia sentiente parece ser bastante
reciente, si nos atenemos a los datos disponibles
sobre el soporte estructural –la genética
poblacional– y cultural –monumentos, textos, obras
artísticas, etc– que transmitimos a las generaciones
siguientes. Lo que podríamos llamar diversidad
cultural comenzó hace unos 300.000 años, después
de que prácticamente
el 90% de la historia evolutiva del hombre actual ya
se hubiera realizado (Karin Schlott.
El despertar del
pensamiento
. Investigación y ciencia; febrero 2012, pp.
64-5). Sin embargo, no es fácil encontrar auténticos
rastros culturales antes del 40.000 aC; a partir de
este momento, cada vez son más comunes las
agrupaciones sociales complejas, la creación de
objetos artísticos –incluyendo las pinturas rupestres–
y, posiblemente, comenzaron a tararear sus primeras
composiciones musicales.Aún más, solo después del
5.000 aC comienza a haber una cierta continuidad en
información mínimamente fidedigna sobre la
civilización humana.
Diversos expertos han señalado que el
crecimiento exponencial de la capacidad social y
cultural humana ha ido en paralelo con la
generalización de determinadas variantes de ciertos
genes; es decir, los propietarios de determinados
genes tuvieron un extraordinario éxito reproductivo
y, de alguna manera, esto pudo influir –aunque no
sabemos cómo– en el desarrollo auténticamente
explosivo del hombre como especie particular.
¿Son esas variantes genéticas tan importantes
como para que el hombre se haya diferenciado del
resto de las especies animales? Me temo que la
genética se queda corta para entender
completamente este proceso. Por supuesto, no dejo
de darle una importancia fundamental a la bioquímica
evolutiva, pero entiendo que la simple transmisión y
combinación de determinados genes son incapaces
de justificar por sí solas el impresionante cambio que
realmente supuso el proceso de hominización y, por
ello, la epigenética parece haber tenido un papel
sobresaliente en la evolución humana.
Quizá solo seamos ligeramente distintos del resto
de los animales pero, como dice Gazzaniga, también
algunos bloques de hielo están solo un grado más
frío que el agua en estado líquido; el hielo y el agua
tienen idéntica composición química, pero su
comportamiento es muy diferente.
Cerebro, epigenética y cultura
La evolución cultural, social y ética humana es
demasiado explosiva como para apoyarse
simplemente en unos cuantos cambios genéticos. No
consiste en que la piel se vuelva más clara u oscura,
ni en que el pelo sea lacio o rizado, o que la talla sea
mayor o menor; la rápida evolución humana tiene
que ver preponderantemente con la capacitación
intelectual, afectiva y ética, evolucionando a un
tiempo y de forma combinada. Un proceso que no
surge de un gen determinado –ni siquiera del
patético
gen egoísta
de Richard Dawkins– sino de una
combinación de cambios y, sobre todo, de efectos
epigenéticos. De hecho, la biología evolucionista ha
sido incapaz de dar una explicación plausible para
cualquier comportamiento no inmediatamente
egoísta; por lógica estrictamente genética, un gen que
favoreciera el sacrificio de un individuo para permitir
la supervivencia de otro debería ser eliminado por
selección natural. Es más que cuestionable
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Pliegos de Rebotica
´2015
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LA REALIDAD BAJO LA ALFOMBRA