Revista Pliegos de Rebotica - Nº 123 - Octubre/Diciembre 2015 - page 25

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eclarado Siervo de Dios por la
Santa Sede en 1972, y Venerable
desde 1986. A José Gregorio
Hernández le falta solo un milagro
para ser Beato. La comisión
médica que debe estudiar los presuntos
milagros es muy severa. El proceso de
beatificación tiene diez pasos y el suyo se
encuentra en el octavo, que es el final del
proceso de indagación sobre su vida, con
declaración de testigos.
El milagro que esperan debe ser instantáneo,
total, permanente, sin explicación médica ni
natural. Es necesario probar que la persona
estaba gravemente enferma y que lo único que
la salvó fue la oración a José Gregorio
Hernández.
Solo que, los venezolanos no necesitan nada
más que lo conseguido hasta ahora para
considerarlo santo. El culto a José Gregorio
Hernández es un hecho. En cada casa hay una
figurita del “doctorcito”, una estampa y no es
raro encontrar altarcitos ante su retrato en
muchos dormitorios. Le
rezan, le piden salud, éxito
en el trabajo, aprobar
exámenes. Gente de todas
las edades. Que llega el
milagro, bien. Que no llega,
para ellos ya es santo.
Es el santo de los
venezolanos y el fundador
de la medicina
experimental en Venezuela,
no hay que olvidarlo.
Este andino nacido el 26 de
octubre de 1864 recibió
una educación estricta que
le llevó a graduarse de
Bachiller en Filosofía y
posteriormente Bachiller
en Ciencias médicas. Un
examen oral brillante le
consiguió el grado de Doctor en Ciencias
Médicas. Un año después el Presidente de la
República, Juan Pablo Rojas Paúl, le concede una
beca para viajar a París a estudiar Microscopia,
Bacteriología, Histología, Patología y Fisiología
Experimental.
Cuando marchó a París, en los hospitales
venezolanos se empleaba un tensiómetro que
medía solo la tensión sistólica. Al regresar, trajo
consigo el tensiómetro que medía sistólica y
diastólica. Llegó con microscopios, material de
laboratorio. Enseñó el manejo del microscopio
a todo el personal sanitario del Hospital Vargas
y a sus alumnos. En un país donde la esperanza
de vida era muy baja, todos los conocimientos
científicos se consideraban insuficientes y
debían trabajar duro.
En noviembre de 1891 fue designado
catedrático de Fisiología Experimental y
Bacteriología en la Universidad Central. Solo
habían transcurrido tres años desde que
terminó la carrera de Medicina. Además de la
docencia, ejerció la medicina en una consulta
privada en su propio
domicilio. Enseñar y curar.
En 1896 su vida se cruza
con la de Rafael Rangel,
también andino, Bachiller
apasionado por la
investigación científica que
se matriculó en Medicina
pero que abandonó los
estudios después de cursar
el primer año y prefirió
quedarse como auxiliar de
laboratorio, limpiando
tubos de ensayo y demás
material, cerca del doctor
José Gregorio Hernández y
del doctor Dominici. Era
como una esponja. Se
especializó en las técnicas
de parasitología
microscópica y en el
Marisol Donis
A falta de
un milagro
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Pliegos de Rebotica
´2015
LOS BOTICARIOS
José Gregorio Hernández
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