tratamiento de la
tuberculosis con aceite
de Chaulmoogra, hasta
entonces con acción
farmacológica sobre los
bacilos de la lepra.
Era un trabajador
incansable. Trabaja en la
Universidad, en su
laboratorio, en consulta
privada, y cuando
disponía de algunas horas
libres, visitaba enfermos
sin recursos comprando
él las medicinas.
El 29 de junio de 1919, el
doctor recibe el aviso de
la familia de una anciana
muy enferma que
necesita de sus cuidados,
le explican los síntomas y
él deja su consulta
privada y se acerca a la
cercana Botica Amadores
del popular barrio La
Pastora a comprar las
medicinas apropiadas. Al
salir, un tranvía se
detiene delante de él
para dejar bajar a un
pasajero. Ese tranvía le
tapa la visibilidad del lado
contrario por donde
circula a 30 km/hora un
Essex 1918. El atropello
es inevitable y llega a ser
mortal porque al caer,
golpea su cabeza con el
bordillo de la acera. No
ocurría un accidente de
tráfico con resultado de
muerte desde 1913.
Trasladado urgentemente
al Hospital Vargas, no
pudieron hacer nada para
salvarle la vida. En la acera
de la esquina de
Amadores quedó su sombrero
Fedora
de fieltro
negro que alguien llevó a la Botica para su
custodia.
A partir de la fecha de su muerte, se le
atribuyeron cientos de curaciones milagrosas.
Enfermos terminales
que ven a un hombre
con bigote y bata de
médico que no
pertenece a la plantilla
del hospital, que le
reconforta y
finalmente libera de
las garras de la
muerte. Alguno va
más lejos y ve la
cabeza de un hombre
con bigote y
sombrero en la
radiografía de un
enfermo que se cura.
Esos milagros los
invalida el Vaticano.
Conforme pasan los
años, peor.
Actualmente las
curaciones se explican
por los grandes
avances de la
medicina.
En 1985 se reconoció
que el Siervo de Dios
José Gregorio
Hernández había
practicado las virtudes
teologales y cardinales
en grado heroico. El 16
de enero de 1986 el
Papa Juan Pablo II
declaró:
“Que consta de las
virtudes teologales Fe,
Esperanza y Caridad
para con Dios y el
prójimo, y de las
virtudes cardinales
Prudencia, Justicia,
Templanza, Fortaleza y
sus anexas, del Siervo
de Dios José Gregorio
Hernández en grado
heroico, en el caso y
para los efectos de que se trata”.
Y falta un milagro para ser Beato y después
otro para Santo. Mientras tanto, los
venezolanos siguen rezando. Necesitan un
milagro, pero no solo para su “doctorcito”.
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Pliegos de Rebotica
´2015
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LOS BOTICARIOS
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Muerte del doctor José Gregorio Hernández
José Gregorio Hernández, médico trujillano.