Revista Farmacéuticos - Nº 115 - Octubre-Diciembre 2014 - page 8

P
de Rebotica
LIEGOS
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E
n el pasado mes de noviembre de 2013, un terrible tifón,
como es desafortunadamente bastante habitual, arrasó
campos, poblados y ciudades de Filipinas, sembrando de
muerte, miseria y dolor a gran parte de sus gentes,
sobre todo a los que vivían de forma más precaria.
La ayuda de España, generosa aún en estos tiempos de
crisis, no se hizo esperar; la base logística española se
estableció en Cebú. Podemos estar seguros que
muchos compatriotas nuestros poco saben de
Filipinas. Quizás los madrileños conocen la estatua de
su héroe nacional, José Rizal (1861-1896), en la calle
Filipinas, situada en una esquina del Parque del
Vallehermoso, o han pasado en el Metro por la
estación Islas Filipinas. Resulta llamamativo que
la bastante numerosa colonia filipina en Madrid,
suele reunirse, quizás por nostalgia, en sus
cercanías, en las soleadas tardes otoñales para
jugar, chalar y merendar; posiblemente allí
transmiten a las nuevas generaciones, nacidas en
España, sus tradiciones añoradas.
La mayoría de los apellidos de estirpe española (Marcos
Ramos, Aquino, Deleón, etc.), los filipinos los tomaron,
mayoritariamente en el siglo XIX. Seguramente,
también es poco conocido por los actuales españoles,
incluso también por los relativamente cultos, que Manila
fue ocupada, durante un breve periodo de tiempo, por
tropas inglesas, en el siglo XVIII. Posiblemente solo
unos pocos, recuerdan que el científico español, Juan de
Cuellar (1739-1801), ilustre botánico farmacéutico,
buscó infructuosamente la verdadera canela en ese
mismo siglo, en pleno periodo ilustrado, (en que España
destacó por sus expediciones científicas), cuyo
monopolio lo poseían prácticamente los holandeses, que
la obtenían en la isla de Ceilán (Sri Lanka). La canela,
además de usarse para diversas formulaciones en las
boticas, se adicionaba al chocolate, de procedencia
novohispana, que en nuestra península se prepara más
espeso que en México, y se consumía en ingentes
cantidades por los españoles de ambos mundos, además
de por sus propiedades alimenticias, porque al ser
líquido, no rompía el ayuno antes de la comunión.
En este escrito también queremos destacar la presencia
en Manila durante estos años de célebres marinos e
ilustrados hombres de Ciencia al servicio de España,
tales como Alejandro Malaspina (1754-1809), en su
viaje científico y político de circunnavegación del
mundo.
Otro importante nexo de unión entre la España
peninsular y Filipinas, fue la llegada de Francisco Javier
Balmis (1753-1819), cirujano de la Armada a Manila,
que salió de La Coruña en 1803 a bordo del barco
“María Pita”, como director de la Expedición
Filantrópica de la Vacuna, con el fin de erradicar la
temible viruela de los territorios españoles de América y
Asia. En 1805 hizo vacunaciones en Manila. De allí
partió rumbo a Macao (portuguesa entonces) y Cantón,
en China. Balmis había iniciado su periplo sanitario,
portando la viruela atenuada en niños del hospicio
coruñés; efectuaba la inoculación brazo a brazo. Su
aventura científica duró cuatro años, hasta recalar en
España, un año antes de la Guerra de la Independencia
contra las tropas napoleónicas. En Manila, una estatua
rinde homenaje a Balmis, pero no a España. Poco antes
del “desastre” de 1898 algunos farmacéuticos militares
españoles llenaron sus hojas de servicios en Filipinas
Quizás la penúltima odisea española rumbo a Filipinas
fue una yemántica gesta aérea superior a la del
Apuntes sobre Filipinas, el Galeón de Manila y
el quinto centenario del
descubrimiento del
Océano Pacífico
CARLOS DEL CASTILLO y BENITO DEL CASTILLO
.Estatua de Rizal, ubicada
en la madrileña calle de Filipinas
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