Revista Pliegos de Rebotica - Nº 126 julio/septiembre 2016 - page 9

La carta era larga, como una especie de testamento
afectivo. Letra cursiva y picuda y rasgos
sorprendentemente firmes para los ochenta y ocho
años de la autora. Hacía repaso de acontecimientos
sobre los que recreaba atmósferas y personajes, sin
un ápice de nostalgia ni amargura aunque con un
cierto velo melancólico. Siempre he pensado que una
carta manuscrita tiene algo de huella táctil, de retrato
pudoroso de los anhelos de quien la escribió, de
sombra chinesca de unas manos que trazaron las
líneas de escritura labrándolas sobre el papel como
si fueran surcos de trigo. Mi tía escribía igual que se
envuelve con un abrazo o se abraza con una mirada,
colmando con su sinceridad la imaginación del joven
que le leía.
Sin especificar el porqué de haber ocultado su
supervivencia, comenzaba relatando escuetamente
su viaje de bodas a través del Atlántico, la guerra y
la muerte de su marido. «Sobre su tumba juré
odio perpetuo a todo lo que oliera a barras y
estrellas…». «Como no podía expulsarlos de allí a
patadas decidí mermarlos acabando con el mayor
número posible de hígados yanquis». Fabricó el
suficiente licor para atiborrar las incontables
juergas de una Habana bulliciosa y corrupta,
infestada de políticos advenedizos, tahúres, furcias
de postín, mafiosos, estafadores, delincuentes y
ladrones a secas.
Nunca quiso volver a casarse. Le confesaba a mi
abuela que tuvo algunos novios: «Supongo que más
que Fabiola de Bélgica pero menos que Mata Hari.
Sabes como yo que una mujer puede estar sola
muchos años…, pero no toda una vida.Y ahora sé
también, por mi propia experiencia, que no hay
manera de vivir del todo, lo que se dice
satisfactoriamente, sin un cariño cercano». Ningún
hombre le hizo olvidar a su marido. «Tu tío dejó el
listón muy alto. Fue un amor efímero pero ardiente y
pleno; lo disfruté henchida de pasión juvenil. Le quise
nada más conocerle y advertí enseguida que él era
esa fuente del agrado que sólo se encuentra una vez
en la vida.A veces me da por pensar que tuve
suerte. La breve convivencia con Serafín fue
demasiado valiosa como para que pudiera correr el
peligro de arruinarse con la cotidianeidad».
Hacia 1929 le ocurrió algo insólito. «Recibí un
telegrama por el que se me notificaba que debía
recoger de los almacenes del ferrocarril una caja a
mi nombre. Resultó ser de tamaño considerable,
construida en madera con contrafuertes metálicos y
en un estado de abandono penoso. Las señas escritas
en alquitrán apenas podían leerse». Cuando la abrió
estuvo en trance de sufrir un desmayo. «Contenía
una carta de mi marido fallecido, diversos objetos
personales, un arsenal en fusiles y revólveres y dos
centenares de cartuchos de dinamita, todo bien
envuelto y protegido». En la carta, mi tío, sabiendo
que iba a morir, se despedía de ella y le enviaba lo
único que tenía a mano como furriel. «Una mujer
sola y tan atractiva como tú», le decía, «puede
necesitarlo». La caja había estado treinta años
olvidada en el andén de una estación perdida del
interior.
La tía vivió echándoles un pulso diario a unos
caciques, dueños de la parte ancha del embudo, que
debido a sus pocas simpatías por el régimen le
presionaron para que dejara la fábrica y se marchara
de la isla. «En 1952, con la dictadura de Fulgencio
Batista, la situación se hizo casi insostenible». Pero
resistió pertinaz el acoso, las infamias y los
desprecios, a pesar de haberse convertido ya en una
respetable septuagenaria.
«Cuando Fidel Castro se aproximaba imparable a la
capital, la policía política de Batista vino a por mi
gente, a por mi patrimonio y a por mí». Recogió lo
que pudo, armó a los suyos con ferretería de toda
índole y prepararon una emboscada colocando la
dinamita en pilares y vigas maestras. Encendieron las
mechas para que explotara con la llegada de la
chusma policial. El aguardiente de los depósitos
ayudó a mandarlo todo al carajo. Se largaron
aprovechando la oscuridad y el caos en dos viejos
Cadillac
, llevándose por delante a quien se terciara.A
la misma tía Margot no le tembló el pulso para
firmarle el finiquito a alguno de un par de disparos.
Y terminaba. «Os recordaré siempre desde mi casa
de Trinidad, en la que deseo vivir mientras a mi
corazón le quede un latido y a mi cerebro un
impulso. La luz acogedora de esta tierra y mi
saludable y tranquila vejez han conseguido arrinconar
las sombras de cualquier sufrimiento o pesadilla».
Esta es la historia que he querido recomponer para
que no se pierda bajo el rumor de las vidas que
vendrán tras de mí. De haberme callado no habría
ocurrido para nadie, pertenecería sin remedio a la
nada. Lo hago, además, porque las fotos y demás
materializaciones del pasado nunca podrán sustituir
al hecho de contarlo.Al de manifestar que fue tan
verídico como que en todo el batiburrillo de nuestra
deshonesta sociedad no existe suficiente nobleza
para rellenar uno solo de los ovarios de la tía
Margot. Una nobleza que a ella le sobró y que supo
llevar con más propiedad que muchas reinas la
corona.
PREMIOS AEFLA 2015
9
Pliegos de Rebotica
´2016
Laboratorios Cinfa
Segundo Premio
Prosa
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