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Pliegos de Rebotica
2016
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Enrique Granda
D
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urante el Siglo XIX
era muy frecuente
para las gentes
de
buen tono
asistir en
casas
principales
a
veladas literarias y musicales
, una
costumbre que –con mejor o peor
fortuna- permanece trasladada a
ateneos y tertulias literarias en
cualquier lugar de nuestra
geografía. Hace un par de años
llegó a mis manos una curiosa
publicación de aquella época,
titulada “
El hombre fino al gusto
del día ó Manual Completo de
Urbanidad, Cortesía y Buen
Tono
”
1
, cuyo autor –filósofo,
periodista y poeta– lo fue también
de un conocido manual de cocina,
repostería y botillería escrito durante la época
ominosa del reinado de Fernando VII.
Al leer este simpático opúsculo me he detenido
especialmente en un capítulo del mismo dedicado a
las reuniones literarias y filarmónicas, con una visión
cínica de la vida en sociedad que, en mi opinión,
sigue siendo perfectamente válida a día de hoy.
Cómo no sentirse identificado con algunas de las
experiencias de aquellos hombres y mujeres,
nuestros antepasados, que hacían de la cortesía y las
buenas maneras un arte.
Empieza el autor afirmando que “
Rara vez son
divertidas las reuniones literarias (…) pero si se ha
recibido un convite y no se ha dado con una excusa
plausible es indispensable ir
”.
Creo no faltar a la verdad si digo que a mí me ha
pasado, y no somos pocos quienes hemos sido
arrastrados a alguna velada a la que no podíamos
dejar de asistir, por falta de una buena excusa, al
menos aquellos que –como es mi caso- hemos
heredado de nuestra hermosa profesión
farmacéutica un doble gusto por la literatura y las
reuniones sociales… y tenemos familiares y amigos
con vocación de artistas y literatos. Es verdad que la
literatura es una pasión, pero a veces se podría
cultivar en la más estricta intimidad, -vicio solitario-
como le gusta repetir a nuestro presidente de
AEFLA, Raúl Guerra.
“
Colocados ya todos los concurrentes
–sigo leyendo el ensayo- el que ha de
hacer una lectura atraviesa por
medio; se pone al lado de una mesa
en que arden dos bugías y se suena;
echa una ojeada en torno de la
asamblea y empieza. Entonces es
cuando vuestro papel es el más
importante para él; debéis concederle
toda vuestra atención. El autor lee,
pero sus ojos preguntan sin embargo
a todas las fisonomías, y es preciso
que en la vuestra no deje percibirse
la menor incomodidad. Por más duros
y poco armoniosos que sean los
versos que recite, flojos o aprosados,
no importa; escuchad con atención y
no os durmáis porque sería la
grosería mayor
”.
Pensad, lectores, en cuántas ocasiones los párpados no
os han pesado más de lo conveniente cuando algún
conocido os ha pedido, casi rogado, que asistierais a su
velada literaria tras una jornada de trabajo agotadora.
Debo confesar que en ocasiones he sentido la
experiencia y he creído trasladarme al mismo
escenario descrito por este cruel filósofo en los años
de mil ochocientos y pico.“
En tales ocasiones no os
sonéis -aconseja el filósofo- y por lo demás podéis aplaudir
cuanto os dé la gana, y si es una tragedia, procurad no
salir de la sala hasta acabarla: es preciso que veáis el
asesinato aunque os muráis allí mismo
”. Buen consejo.
Pero si las tertulias literarias de aficionados pueden
conducir a la somnolencia… pensemos en una
reunión filarmónica como las que describe el mismo
autor: “
En éstas en donde se suelen ensayar los que
tienen tres o cuatro meses de lección y que se figuran
con talentos
”.Ahí sí que se pone a prueba la
urbanidad… porque no estáis precisamente para
divertiros sino para sufrir: debéis escucharlo todo
porque “
estos días aciagos son las compensaciones
forzadas de los placeres que procura la sociedad
”.
Aunque, queridos lectores, como boticario, debo
confesar que no hay nada comparable a una reunión
de rebotica en la que se platique amigablemente con
un reducido grupo de amigos. Nada que ver esas
hermosas tertulias con las veladas a las que se acude
por cortesía, con el ánimo puesto en otro lugar y en
otra realidad.
■
Cortesía en
veladas
literarias y musicales
1
DE REMENTERIA Y FICA, Mariano (
Traductor de la obra del francés al castellano
).
Madrid, Imprenta de Moreno, 1829. El autor (pues la traducción de la obra es re-
almente libre), nació en Madrid, el 7 abril 1786 y murió el 5 diciembre de 1841.