Revista Farmacéuticos - Nº 120 - Enero/Marzo 2015 - page 33

la teoría del caos. Según ésta,
ciertos sistemas son muy
sensibles a las condiciones
iniciales, por lo que la
introducción de mínimas
variaciones podría conducir a
comportamientos a largo plazo
muy diferentes a los inicialmente
previstos. Una de las
consecuencias de esto es que en la
formulación de la teoría del caos, la
magnitud del efecto no guarda relación
con la magnitud de la causa.
Quizá el ejemplo más popular de la
importancia de los procesos caóticos en
la naturaleza sea el llamado
efecto
mariposa
, el inevitable crecimiento –
notable y errático – de las imprecisiones o
errores del conocimiento que se tiene de un
sistema, lo que hace que el modelo matemático
de un proceso físico vaya perdiendo precisión
hasta resultar completamente inútil.
La formulación de este
efecto mariposa
, mitad
principio científico y mitad reflexión irónica
sobre los límites del determinismo, comenzó a
gestarse hace medio siglo, cuando el
meteorólogo Edward Lorenz se encontraba
estudiando el comportamiento de la atmósfera,
con el fin de desarrollar un modelo matemático
que permitiera hacer predicciones climatológicas
a partir de variables simples.
Lorenz consiguió ajustar inicialmente un sencillo
modelo basado en unas pocas variables que
permitía predecir cómo cambian a lo largo del
tiempo la velocidad y la temperatura del aire.
Pero este científico se sorprendió enormemente
cuando comprobó que la existencia de pequeñas
diferencias en los datos de partida – algo
aparentemente tan simple como utilizar 3
decimales en lugar de 6 en cada parámetro
numérico – llevaba a grandes diferencias en las
predicciones del modelo. Eso le llevó a
comprender que una mínima perturbación o
error en las condiciones iniciales del sistema
puede tener una gran influencia sobre el
resultado final, hasta el punto de hacer
prácticamente imposible una predicción
climatológica precisa.
Lorenz explicó gráficamente este efecto del caos
mediante un ejemplo que ha pasado a la historia
popular de la ciencia, partiendo de la imagen de
un meteorólogo que hubiera conseguido hacer
una predicción exacta del comportamiento de la
atmósfera, mediante cálculos muy precisos y a
partir de datos obtenidos muy rigurosamente.
Pues bien, este meteorólogo podría
errar completamente en su
predicción por no haber
tenido en cuenta el aleteo
de una mariposa en
el otro extremo
del planeta. El
efecto mariposa
representa una de las
peculiaridades del comportamiento de los
sistemas caóticos, en los que las variables
cambian de forma compleja y errática, haciendo
impracticable la realización de predicciones más
allá de un determinado punto: el
horizonte de
predicciones
.
Obviamente, la teoría del caos no implica que la
ciencia no sea determinista. De hecho,
todos nos beneficiamos por el hecho de que sí
lo sea; en caso contrario, la ciencia carecería de
rigor y se convertiría en una jerigonza
meramente especulativa. Otra cosa diferente es
que existan formas menos radicales –abierta– de
determinismo, en las que el hecho de que un
efecto sea real y tenga alguna causa, no quiere
decir que esa relación de causalidad sea simple o
ni tan siquiera sea reproducible.
Con todo, la teoría del caos y la matemática
caótica –la estadística es la única vía eficaz para
afrontar actualmente este reto– están
demostrando que son una herramienta
extremadamente útil en numerosos ámbitos de
estudio, que van desde la meteorología hasta la
sociología, pasando por la topología, la economía
o la biología molecular.
Visto así, el caos nos abre nuevas perspectivas,
nos rescata de la perezosa inercia mental y nos
vacuna contra la ignorancia. Hesíodo tenía
razón.
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