frustración, un horizonte que cuando creemos
haber alcanzado vuelve a alejarse dejándose
solo acariciar por la yema de nuestros dedos.
Sin embargo, siempre tenemos cerca algo tan
valioso como la verdad, al alcance de la mano,
listo para ser descubierto y experimentado: la
autenticidad. Lo autentico aunque mucho más
modesto intelectualmente que la verdad es de
hecho mucho más potente. Inicialmente, el
método científico se basó en este equilibrio y
quien pierde de vista su existencia corre el
riesgo de deprimirse y sus frustradas
expectativas le conducirán hacia un dogma
como mejor remedio antidepresivo.
Está en la naturaleza humana perseguir la
verdad, correr tras ese horizonte inalcanzable
porque cada paso dado aunque aleja su alcance
manteniendo la equidistancia, amplía, al mismo
tiempo otro horizonte, el de la conciencia.
Pero dado que ningún camino está exento de
riesgo, para el científico el peor de todos es el
dogmatismo y lo único que puede mantener
limpia la conciencia científica es no renunciar a
la autenticidad por tentadora que se nos
muestra la visión, siempre lejana, de la verdad.
Para mí, es fácil, basta con mirar de vez en
cuando el mundo de O.
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FABULA
