Revista Farmacéuticos - Nº 120 - Enero/Marzo 2015 - page 37

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esde que el ser humano
aprendió a escribir su
historia ha dejado
testimonio de su
inquietud por
penetrar los misterios de la
materia, de la fisis, del entramado
que permite afirmar que la
realidad es anterior a la
conciencia. Pese a todo, esa
relación entre conciencia y
realidad es parte de la
incertidumbre. ¿Hablamos de una
sola realidad percibida por
distintos puntos de vista? ¿O quizá,
tantas realidades como puntos de vista? Para
mayor perplejidad últimamente gana posición
el pensamiento que hace depender a la
realidad del punto de vista de modo que
coexisten todas las potencias antes de que
una se convierta en la realidad misma. Caos,
diseño inteligente, juego de dioses caprichosos
o un azar bendecido por la casualidad. Por
mucho que mejoran los instrumentos de
medida nunca logramos alcanzar una respuesta
verdaderamente tranquilizadora. Cada teoría
expuesta es tan creíble o tan increíble como
quiera ser percibida. Las pruebas, unas venidas
de la superstición y otras basadas en el
método científico pero sin superar una
capacidad probatoria superior al indicio, nunca
son concluyentes. Como si la verdad fuera un
horizonte que solo podemos perseguir. La
ciencia, tan útil en la corta distancia, se
convierte casi en un obstáculo para llegar al
horizonte de la verdad. Así que después de
tanto esfuerzo, de tantas dioptrías ganadas
persiguiendo la letra pequeña seguimos en la
casilla uno del juego de búsqueda de la verdad.
La frustración sentida empuja a muchos hacia
el dogmatismo que no es más que el
reconocimiento tácito de que la verdad solo
es accesible de un modo emocional y que
siempre le será negada a la
razón. Pero el dogmático en
vez de asumir ese principio se
auto engaña pensando en las
pequeñas imperfecciones de su
modelo teórico como
limitaciones parciales y
temporales que se
subsanarán más adelante ya
sea por un milagro de revelación
o por un avance de la tecnología. Habría que
elegir entre algún libro sagrado o la
pizarra de un físico teórico, o
simplemente, aceptar, como
decía el viejo cantautor: “mejor
caminar con una duda que con un mal
axioma”. Pero en este último caso, la
humanidad perdería su impulso natural de
curiosidad.
Levanto la vista y por un momento salgo de
mis pensamientos y como una señal de una
conciencia superior aparece mi nieto saltando
y correteando con su infantil torpeza, lleno de
una vida que, aún siendo inexplicable, es puro
esplendor, alegría surgida de la celebración de
la alegría misma, cordialidad, tolerancia e
inocencia reunidas con un egoísmo tan
sencillo que es generoso en su expresión. Así
es el mundo de O, la única letra que sabe
decir de su propio nombre. La presencia del
saltarín personaje me hizo ver que la
búsqueda de la verdad es un camino de
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Javier Arnaiz
Pliegos de Rebotica
´2015
FABULA
Una reflexión
El mundo de O
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