Revista Farmacéuticos - Nº 116 - Enero-Marzo 2014 - page 10

cada viaje en
proyecto; de él, de su familia,
de amigos. Las respuestas fueron contundentes: en
ninguno se vislumbraba un solo proyectil por el
horizonte. Al cabo, el semblante del empresario
restallaba paz.
Amediodía comieron sin dejar de conversar, y
después apenas un par de cabezadas interrumpieron
la cháchara. El dominico había rodado por el
planeta entero y recordabamúltiples anécdotas,
insólitas, divertidas, curiosas. Por fin, el aeropuerto
Khwaja Rawash
a la vista. Alrededor, un paisaje
pardo y árido dividido por carreteras como varices
serpenteantes, en cuyas orillas dormitaban
habitáculos prefabricados y barrios con chozas de
ladrillomachacadas por la artillería. Unos cuantos
rebaños perezosos. Visibles el contingente de
vehículos y carros de combate patrullando, los
cazas frente a sus hangares. Al fondo, entre arcos
demontañas, la ciudad de Kabul coronada por una
calima polvorienta.
—¿Qué tal se encuentra?—interrogó el fraile
mientras recogía del altillo su bolsa demano.
—¡El mejor vuelo demi vida! Sabe, hasta ahora
me conducían a horas de reposo atiborrado de
ansiolíticos. Hoy, en cambio, me apetece salir por
la noche a tomarme unas copas. ¡He conocido al
buen samaritano reencarnado!, y, encima, pese a
sus votos ha respondido a cuestiones
comprometidas.
—Incluso para los mandamientos más rigurosos
Dios admite que pueda caber una excepción a la
regla.
Les condujeron al interior de un edificio desabrido,
en el que llamaba la atención la oferta en los
monitores de vuelos a los más sangrientos
conflictos en ebullición. Carteles en inglés, ruso,
portugués y chino. Ni rastro de franquicias o
publicidad de hoteles cinco estrellas. Aesa hora de
la tarde laminúscula terminal era una amalgama de
basura y gentío, la atmósfera saturada de olores
pestilentes, rancios. Vigilándola, paramilitares
fuertemente armados.
—¡Bienvenido a la patria del dolor perpetuo!—
exclamó el dominico abriendo los brazos, como si
pudiera abarcar con ellos los seiscientos mil
kilómetros deAfganistán.
Se despidieron en el control de equipajes para
mezclarse con unmuestrario de la realidad del país:
hombres avejentados arrastrando bultos, cubiertos
con
salwares
, turbantes y
pakules
.Mujeres
silenciosas y huidizas sepultadas bajo los burkas. Por
otro lado, europeos y africanos de diversos tonos de
piel aunque cortados por el mismo patrón: atuendos
de campaña, botas de asalto, mochilas, cráneos
rapados, brazos y cuellos sembrados de tatuajes.
Soldados de fortuna, mercenarios demirada torva y
francotiradores profesionales asidos al maletín del
fusil telescópico. Rufianes algunos, matarifes todos.
Mano de obra especializada para nutrir el fabuloso
negocio de la guerra.
Apenas había avanzado unosmetros cuando el fraile
se detuvo sacudiendo la cabeza, como si olvidara
algo. Volvió sobre sus pasos con lamano escarbando
bajo el jersey. Se la alargó al empresario con el
crucifijo.
—Quédeselo, y, cuando regrese, lúzcalo en sus
procesiones. Me sentiré honrado.—Después, en
tono opaco, científico, prosiguió— Pero hágame
caso; no se le ocurra ir de farra por Kabul. Ni esta
noche ni ninguna otra, porque lo pueden destripar
en cualquier taberna sin haberle preguntado ni el
nombre. Por estos parajes tienen la costumbre de
reventar gente a diario, y lamentaría de veras que
le tocara la papeleta sin haberla comprado ni
merecido. Nome juegue a tarambana. No aquí.—
Después se apresuró a puntualizar, la cara una
máscara impasible—: Le certifiqué que estaría a
salvo en los aviones, no en la calle.—Ante el gesto
de perplejidad del otro concluyó, acompañándolo
con una indulgente palmadita en la espalda—:—
Créame, estoy convencido de que el Señor se
siente feliz de saber que en los tiempos que corren
existen todavía almas tan puras como para creer
que los talibanes van a rezar a una iglesia católica
y hasta se confiesan.
Paralizado, el exportador demuebles aún pudo
escuchar, amodo de rúbrica, una última frase de su
compañero de viajemientras dibujaba con lamano
un adiós a la altura de la oreja.
—¡Es usted un tipo fantástico,
cofrade!
P
de Rebotica
LIEGOS
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