Revista Farmacéuticos - Nº 116 - Enero-Marzo 2014 - page 8

P
de Rebotica
LIEGOS
8
Rafael Borrás
«
…Venga a nosotros tu Reino, pero
que tarde en venir, hágase tu voluntad,
la generosa, así en la tierra como, no te
olvides, ¡en el cielo!» Con los ojos
cerrados y el ceño contraído, un
hombrecillo demediana edad, gafas
demuchas dioptrías y ojeras de no
haber dormido, bisbiseaba su peculiar versión del
padrenuestro. Dio un respingo cuando doscientos
pares de zapatos vibraron sobre el suelo de la
cabina al compás de los motores del AirbusA-321.
Las líneas blancas de la pista comenzaron a
desplazarse lentamente por la ventanilla.
Inmerso en la neblina tempranera el contorno
ovoide del aparato tendía a fantasmal, casi a
funerario. Evocaba un sarcófago. Sus luces rojas,
parpadeando como lentejuelas en el asfalto
empapado por un sirimiri nocturno, parecían flotar
en el amanecer plomizo de Barajas.
–¿Negocios?—Hubo un instante de vacilación. La
voz provenía del asiento inmediato. El pasajero
devoto reparó por primera vez en su vecino: un
cincuentón risueño de barba asilvestrada, anatomía
de roble y la tez coloradota propia de quienes
pasanmucho tiempo al aire libre.
—Sí… Sí... Exportación demuebles. Asia Central,
China…—respondió con desgana.
—Vaya, vaya, todo un empresario…
—Bueno..., un negocio familiar...—matizó evasivo.
Lamúsica ambiental había cesado, se hizo un
silencio de tumba. El despegue. Al empresario el
sudor se le derramaba corbata abajo. Retomó la
plegaria con los puños crispados.
—¿Primera visita a Kabul?—cuchicheó el otro.
—Sí. Rezo para llegar sin novedad. ¡Ypara
regresar el próximo sábado!
—¿Quiere que le prestemi crucifijo?Mejorará la
conexión.—Lo extrajo entre los pliegues de la
camisa,
bajo el
jersey
de lanilla y un
pañuelo palestino
verdinegro. Lomostró
acunándolo en la palma de
lamano.
—Pero…,—giró la cabeza— ¿es usted cura o algo
parecido?
—Fraile dominico, para ser concreto; a su
disposición en la vida y en lamuerte.—Respondió
como si estuviera en un parque dando de comer a
las palomas.
—¡Por los clavos de Cristo! ¡Nomencione la
muerte!
—De acuerdo—sonrió el dominico; lamirada
cortésmente irónica, el ademán tolerante.
—Perdóneme,—se disculpó— estoymuy
alterado... Llevomediada la novena de San
Cristóbal, patrono del viajero... o del peregrino…,
que no sé...—Balbuceaba afanándose en lamisión
imposible de limpiar los cristales de las gafas con
el pañuelo sudado—Yusted, dígame, ¿cómo
consigue estar tan sereno? ¿Conoce alguna
recomendaciónmás solvente que la de San
Cristóbal?
—Que yo sepa San Cristóbal protege
a—punteó las yemas de los dedos
de unamano con el índice de la
otra— los automovilistas,
marineros, vendedores de fruta,
a los que padecen dolor de
muelas... No es una de las
verdades del barquero en
materia teologal, pero en
alguna parte he leído
que es infalible
cuando se le invoca
ante una tormenta,
Madrid-Kabul
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