Revista Farmacéuticos - Nº 116 - Enero-Marzo 2014 - page 3

E
n este añode centenarios y releyendo textos de
unode esos autores, concretamenteGarcíaNieto
que comenta a nuestrogranQuevedo, veo las
diatribas que este dedica amédicos y
farmacéuticos.Meditando sobre ello, he echado la
vista atrás y aúnme parece unmilagroque la
humanidadhaya llegadohasta aquí, tal era la
precariedadde la saludy su cuidado.
Enfermedad. Dolor.Muerte. Nadie puede
sustraerse a supoder, a su tiranía. El hombre
siempre ha tratadode aplacar la dureza de estas
deidades crueles yomnipresentes. Loha intentado
todo, ofrendas, sacrificios, preces. Desesperadas,
peligrosas curas. Heroicos intentos de buscar una
alianza con la naturaleza a través de plantas,
tierras, piedras preciosas ovenenos. Todovale.
Todo se aprovecha aunque no aproveche y seamás
duro el remedioque la enfermedad.Yalguna vez,
comopormilagro, llega loque palía el dolor o
aleja elmal. Odetiene el duropasode lamuerte.
Qué poder el de los chamanes, el de los
sacerdotes. En todas las sociedades, por primitivas
ypocoorganizadas que fueran, siempre ha existido
esta figura. La divinidad rediviva que cura. La
línea directa con elmismodios.
Desde el nacimientodel ser humano, la
necesidaddemejorar enfermedades, dolores,
decrepitudes; de alejar a lamuerte y a la angustia,
ha sidouna zanahoria ante la nariz del hombre que
le ha llevado a locuras, tonterías yheroicidades.
Probar una planta que no conoces sólopuede ser
productode la estupidez o la desesperacióny en
las sociedades primitivas yno tanprimitivas este
ha sido el
leitmotiv
en su intentode curación.A
veces con éxito, pero engeneralmuypocoymuy
pasajero.Ysumando experiencias buenas ymalas,
a través del tiempo se forma un corpus que se va
sistematizandoy en el que semezclan con
frecuencia de unamanera aleatoria aquelloque
realmente funciona, loque la religión (la que sea)
propugna, loque es rentable, loque está de
moda, loque aconseja la ignorancia y loque
la desesperaciónpromueve. Todo esto
debidamentemezclado, adornadoy apoyado
es loque durante siglos, se usa para curar al
ser humanodoliente. Una panoplia
variopinta y con frecuencia curiosa yhasta
humorística, perodemasiadopobre en
cuanto a efectividad.Y, claro está, el
públicopateaba, el
profesional navegaba enun
mar ambiguo comopodía y la salud seguía en
precario. Con estosmimbres no se podía hacer
muchomás.
Durante siglos, oscurantismoybarbarie
terapéutica fueronde lamanoyprácticas bárbaras
y crueles eran algohabitual que conseguíanque el
paciente tuviera unamuertemás rápida y terrible
que la que le hubiera infligido el natural discurso
de la enfermedad. Puebloygobernantes. Ricos y
pobres. Todos sufrían lamisma dureza en suvida
en cuanto a la faceta sanitaria se refiere, aunque
quizá fuera el rico el quemás sufría estos
desmanes, ya que era el que podía permitirse el
lujode pagarlos. Nada se sabía de
microorganismos, de antibióticos ni profilaxis. Los
médicos atendían a las parturientas con susmanos,
sus puñetas sucias (no se tenía entonces, claro está
nuestro conceptode limpieza) y sus sortijas
tremendamente contaminadas, ya que era
impensable quitárselas siendoun signodel estatus
delmédico. Como es natural, las fiebres
puerperales eran algo asumido como cotidiano. La
muerte de lasmujeres de la clase alta eramayor
que en las clases populares, ya que estas eran
atendidas por parteras y comadres que, al tener que
lavar la ropa, no tenermangas tan largas yno
llevar joyas, hacíanmenos peligrosa su cercana
práctica y eramenor el númerodemadres que
moríande parto. Una de las acusaciones que las
llevó a ser acusadas de brujas. Increíble, pero
cierto. Fue necesario llegar al sigloXX con el
sentido comúndel doctorTrueta, que salvóde la
gangrena, la amputacióny lamuerte a tantos
soldados de la primera guerramundial (me niego a
poner enmayúsculas algo tanbárbaro comouna
guerra).
Demanera que, en ciertomodo, disculpo los
exabruptos de donFranciscoque,
como todoniño terrible, decía
siempre loquemás podía
escandalizar, en este caso
sobre este tema, aunque
también, hablómaravillas
en alguna ocasiónde las
profesiones sanitarias.
Señor deQuevedo, razón
tenía usted a veces para
ambas cosas, perono se
olvide de nuestras pocas
posibilidades ynuestra buena
voluntad.
P
de Rebotica
LIEGOS
3
CARTA DE LA DIRECTORA
Margarita Arroyo
Pocas posibilidades aunque
buenavoluntad
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