Quizá el resultado no sea muy satisfactorio para los
que ya hemos sobrepasado la mitad de la propia
existencia, pero es que Arthur Miller no se
caracterizó por un optimismo desmedido. Realista sí;
también amargo en muchas ocasiones. No desvelo el
final de la trama porque vale la pena, en todo caso,
que el sufrido y paciente lector le eche un vistazo a
esta obra, llevada al cine con gran éxito, reconocido
en las taquillas y con un significativo número de
nominaciones y estatuillas. Menos es nada.
Porque ahí tienen a Miller, prolífico autor, en esa lista
negra y maldita de escritores a los que la Academia
Sueca jamás concedió su explícito reconocimiento, en
su caso por ser acusado de
predecible y muy popular
.
Ya es tarde para él, como lo es para Tolstoi, Galdós,
Chekhov, Ibsen, Joyce, Orwell, Borges, Somerset
Maugham y muchos otros encaramados a la
excelencia por lectores y espectadores que no se
dejan arrastrar por las sesudas y, a veces, envidiosas
mentes de quienes parecen tener criterios
restrictivos de dudosa legalidad para negar el mérito
indiscutible y conceder el Premio Nobel a quién
realmente más lo merece.
Entra dentro de lo probable que Arthur Miller se
perdiera la ceremonia de Estocolmo porque cometió la
desfachatez de casarse con Marilyn Monroe, entonces y
siempre canon de la belleza y la sensualidad.
¿Qué hubiera hecho la mítica rubia platino ante el rey
de Suecia? ¿Le habría cantado el
happy birthday
como
sólo ella sabía entonarlo? Peligro inminente para las
prodigiosas cabezas que hubieron de dilucidar los
Premio Nobel de Literatura en aquellos años de caza
de brujas y otras persecuciones de guante blanco.
Me vuelvo a ir por las ramas, pero es que nunca he
renunciado a recuperar, en la medida de mis cortas
posibilidades y fuerzas, a quienes nos dieron su
genialidad y su esfuerzo para transmitir sus ideas, sus
visiones o sus llamadas de atención sobre las puertas
que nos ofrecen la vida y a Naturaleza.
Estamos en la era de las comunicaciones. Casi nadie
discute ya que internet es la herramienta cotidiana
que todos, salvo excepciones puntuales, utilizamos de
manera habitual.
Es posible que, con el paso de los años, la conexión
personal desaparezca y solo quede el contacto virtual,
que no compartamos emociones y alegrías con el
vecino de localidad en una sala de cine, un teatro o
cualquier otro espectáculo.
Quizá todo lo tengamos disponible en casa, en tres
dimensiones y sin pantallas digitales o táctiles.Todo es
posible y los avances tecnológicos nos hacen soñar
con viajes en el tiempo y conversaciones inauditas. A
estas alturas, es muy atrevido decir que eso sea lo
mejor, que al final nos quedemos en el hogar aislados,
sin salir a la calle, sin necesitar del otro para charlar
cara a cara, con un café o una copa entre las manos;
para abrazarnos ante un gol inesperado; para bailar en
la penumbra, para jugar al escondite con nuestros hijos
y nietos; para perder una partida de mus que teníamos
ganada al echar un órdago absurdo e inoportuno.
No parece que la idea de esa sociedad que parece
venir sea muy fascinante; probablemente muchos de
nosotros no la
disfrutemos
y las generaciones futuras
se preparen y adapten para convivir con esa nueva
realidad, pero hoy día está claro que internet ayuda y
acompaña. Por eso, me parece especialmente acertado
el trabajo de Patrimonio que ha ganado la que parece
será última convocatoria de este premio en AEFLA.
Son los nuevos canales en los que vamos a
intercambiar ideas, proyectos e iniciativas los que
permiten mantener la esperanza.
Sinceramente, creo que solo así podremos alterar el
oscuro rumbo que llevan nuestras inquietudes
culturales y que se podrá mejorar el negro panorama
que se vislumbra desde el puente.
Lo decía mi padre: ¡No te metas en líos!...
Alguna vez, no le hice caso.
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Pliegos de Rebotica
´2017
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SOLES DE MEDIANOCHE
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