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José Félix Olalla
Pliegos de Rebotica
´2017
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LIBROS
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El don
Mai Jia
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Destino
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Áncora y Delfín
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Barcelona 2015
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477 páginas
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E
scribo China y estoy a punto de añadir “el
gigante asiático” sin percatarme del tópico
que con frecuencia emplea el periodismo
radiofónico.
China, país en el que conviven 56 nacionalidades
oficialmente reconocidas, es ciertamente una de
las civilizaciones más antiguas del mundo pues
su nacimiento se remonta al siglo XXIX antes
de Cristo en la cuenca del río Huanghé, en la
parte que hoy se corresponde con el centro del
país.
Puede que otro de los lugares comunes haga
referencia al despertar chino, a la expansión de
su cultura, de su deporte, de su gastronomía, de
su literatura especialmente. Un buen ejemplo es
este libro que llega brillante a Europa.
Once años le llevó a Mai Jia escribirlo. Lo
empezó en Pekín y lo terminó en Chengdu y le
valió los premios literarios más importantes de
su país. Mai Jia es un seudónimo, un hombre
todavía joven que fue militar y que ahora está
centrado en la escritura. “El don” fue su primera
obra. En ella cuenta una historia ficticia que
parece real. La historia de un matemático
portentoso llevado a trabajar a los servicios
secretos para descifrar códigos enemigos.
Dotado de una manera de pensar hábil e
incisiva, de esa forma particular de plenitud que
es reflejo del intelecto y la pasión del hombre,
el protagonista es también enormemente frágil y
sufre en cuanto se asoma al exterior, como un
campeón de ajedrez ensimismado al que le
cuesta relacionarse con el entorno más
próximo.
Mai Jia confiesa que quiso alejarse de la
tradición narrativa china. Pretendía contar una
historia global para la que se había
documentado largamente. Era consciente de que
necesitaba la excentricidad pues a los
personajes normales les resulta difícil remontar
el vuelo frente a los lectores.
Al cabo es notable la manera como se
desarrolla la relación del autor con esta novela.
Se aleja de ella ofreciendo relatos y fragmentos
de testimonios de terceros pero a veces se
acerca y cuenta a sus lectores su procedimiento
de trabajo o su incertidumbre. Podría decirse
que el narrador busca una adecuada distancia
sobre el protagonista para contemplarle desde
lejos y acrecentar su misterio y solo le deja
hablar al final cuando accedemos a sus
anotaciones en una libreta personal que refleja
la escasa distancia entre genialidad y locura que
acompaña a los criptógrafos.
La novela se enmarca en la política china del
momento y se atiene a la objetividad sin
desplegar las posibilidades críticas. Partimos del
nacionalismo del
Kuomitang
y nos adentramos
en la china maoísta para llegar hasta nuestros
días. En un relato tan cuidadoso como este, el
lector atento puede hacer su composición de
lugar y aproximarse a la realidad social aunque
el personaje destacado viva en una doble cárcel
de cristal, recluido en las dependencias del
servicio secreto y además ensimismado en una
prodigiosa elucubración mental que le separa
del mundo.
Sin embargo, la inteligencia es una bendición y
cuando se contempla desde cerca transmite una
gran belleza como cuando una persona entrega
todo sin que nadie se lo pida y sin esperar nada
a cambio o como cuando –dirá Mai Jia– un
árbol da simplemente sus frutos.
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