Revista Farmacéuticos - Nº 127 - Octubre/Diciembre 2016 - page 48

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o es una zarzuela con la que los
farmacéuticos nos sintamos demasiado
identificados. La parodia que exhibe de
continuo uno de sus personajes, ha
herido más de una susceptibilidad
entre compañeros de nuestra profesión.
Llevados al extremo, la figura de don Hilarión,
rico, ampuloso, prepotente y escaso en cualquier
calificación de moralidad solo provoca una antipatía
generalizada entre los hombres y mujeres que desde
entonces hemos venido ejerciendo, con mejor o
peor suerte, su misma actividad. Desde las butacas
de la platea siseamos cuando Hilarión practica el
desdén generalizado con las clases sociales menos
favorecidas, cuando se atreve a retar desde el púlpito
de su torpeza y gravidez a un joven físicamente
superior o cuando cae en el ridículo constante de la
frase
¿sabe usted con quién está hablando?
Menos mal que la obra presenta, para calmarnos,
una verdadera discusión científica entre el citado
preboste y su colega don Sebastián que repasan para
abrir el espectáculo y ante el atento auditorio, las
últimas mejoras terapéuticas, desde el aceite de ricino
que no es malo de tomar en píldoras a la limonada
purgante o el discutible balance beneficio/riesgo del agua
de Loeches. La conclusión no es otra que la que
podríamos esgrimir en pleno siglo XXI:
hoy las ciencias adelantan una barbaridad,
una brutalidad, una bestialidad.
Pero vayamos ahora a la
verdadera raíz del problema ¿Por
qué un boticario como hazmerreir
en esta obra original de Ricardo de
la Vega y música de Tomás Bretón?
¿Por qué esta inquina tan especial?
Para dar una cierta explicación
convincente, habrá que fijar primero
un mínimo marco histórico.Ya casi
nadie recuerda que el título original
de la obra es
La Verbena de la Paloma
o
El Boticario
y
Las Chulapas
o
Celos
mal reprimidos
, demasiado largo para
los críticos que en aquel entonces
ya cuestionaron su calidad por tanta
explicación previa.
De la Vega se había hecho un hueco en la escena
madrileña con personajes populares y se había
especializado en sainetes para retratar a la nueva
sociedad urbana y pueblerina a la vez, pero no en
obras escritas para ser
musicadas
luego. España
respira por la herida de su propia decadencia, está
perdiendo las colonias de ultramar lentamente y
observa con antipatía creciente la fuerza de un
nuevo país, los Estados Unidos de Norteamérica;
todavía hoy alguno de nuestros representantes
oficiales se atreve a menospreciar tan gran nación
faltando al respeto a su bandera. Quizá sean secuelas
de aquel pasado lamentable; quizá sea simplemente
que se desconoce el valor de los símbolos por una
evidente falta de educación y urbanidad.
El autor del libreto, Ricardo de la Vega, era ya una
figura reconocida en los ambientes teatrales por su
éxito en la descripción de personajes castizos. La
España de 1894, fecha en la que se estrena
La
Verbena
…, está triste y empobrecida. El gran imperio
ha desaparecido, la llegada de la era industrial pasa
sin dejar apenas rastro y solo Cataluña parece
interesada en asumir esta oleada de cambios con la
vuelta a casa de grandes fortunas amasadas en el
café, el tabaco o la caña de azúcar caribeños. Las
importaciones masivas de algodón convierten al
Noreste español en un punto
industrial con excelentes
perspectivas. Cataluña llega a censar
a más de cien mil operarios en las
fábricas textiles de finales de siglo
con horarios laborales interminables
y muy poco tiempo destinado a las
familias y el descanso.
Allende los mares, Cuba despierta
ya a los aires de independencia, José
Martí se convierte en un líder de la
resistencia -también económica- a las
exigencias de la metrópoli y Estados
Unidos ofrece su cercanía y su
mercado potencial como un cebo
irresistible.
Todo esto y muchos otros síntomas
excusan que los espectadores que
acuden a los teatros, a este lado del
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José Vélez García-Nieto
Pliegos de Rebotica
´2016
SOLES DE MEDIANOCHE
La
“otra”
Verbena de la Paloma
En recuerdo de Tiburchi,
la más entusiasta asociada de AEFLA;
siempre eternamente joven.
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