esencia de las cosas aunque se miren en ellas,
que producen efecto en el alma humana, dolor,
alegría, emoción, que como decía el sofista
Gorgias "envenenan y hechizan el alma". ¿Sólo se
llega al veneno del amor a través de la palabra?
Por ello la poesía es también un arte del engaño,
como la pintura que representa en dos
dimensiones imágenes tridimensionales, que
emplea la sombra para darle profundidad a lo
superficial: "A ti, engaño ideal, por quien la vista
anhela hundirse", versifica Alberti la perspectiva.
Poetas y pintores tienen en común la posibilidad
de manipular su propio material estético; ya sean
la palabras y las frases, el metro, el ritmo, la
melodía y la metáfora o el color y la forma, el
dibujo, la perspectiva o la armonía. De este
modo opina también Plutarco: "Y si unos con
figuras y colores, y otros, con palabras y frases
representan lo mismo, difieren en formas de
imitación pero un único fin subyace en ambos".
Por otra parte ¿no es acaso una pintura capaz
de producir el mismo efecto emocional y
estético que un poema? Los poetas invocan y los
pintores evocan, aquellos son los chamanes, los
aedos de la comunidad y éstos, representando,
son los intérpretes de una realidad que se nos
escapa a cada instante. Los dos conservan en
cualquier caso la memoria, una memoria
colectiva, individual, trágica o cómica, histórica o
anecdótica, pero memoria al fin y al cabo.
Escribió Baudelaire que los dibujantes puros son
"filósofos"; "los coloristas, poetas épicos".
La cuestión clave consiste en si tanto la
palabra poética como el arte pictórico son sólo
simples juegos estéticos, meras interpretaciones
vacías de contenido o siguen teniendo ese valor
sacro y un significado nuclear en la vida de una
comunidad, aunque sólo sea a efectos de
referencia, de concitar lo que nos consuela y en
cierta manera nos destruye. En este sentido la
poesía de Alberti recoge no sólo la memoria de
un pueblo, en el sentido de experiencias vividas
por él y su colectividad, sino que se ayuda de un
ethos
que es producto de su tiempo, de su
ideología, de la época que le tocó vivir, pero
también de una forma de alimentar el gusano
irreducto de la existencia de y en los demás. De
ser una voz que se expande. Por eso posee
también la cualidad de lo patético, el
pathos
de la
tragedia que se coyunda con su momento
histórico, de la proximidad de lo psicagógico
("tráfago del alma", en sentido literal), pues
donde hay trascendencia hay también vacío.
A fin de cuentas tanto la poesía como la
pintura son dos artes de ilusionistas que se
someten tanto a la ficción del tiempo como a su
deterioro. Aquí habría que opinar sobre qué es
más fugaz, si la palabra escrita o el óleo que se
oscurece con los años, si un cuadro se oxida más
con el vaho de los que lo ven o un poema se
derrite más en los oídos de quien lo escucha.
Podríamos decir que lo que realmente importa
es cómo la poesía se transforma en imágenes, en
iconos, (pintura que habla) o la pintura en
conceptos, en sensaciones (poesía silenciosa). El
arte, la pintura y la poesía, son el máximo
exponente de lo que Castoriadis llama el
imaginario radical -esa capacidad inagotable del
hombre de crear significaciones desde la nada- y
del mismo modo lleva a un camino de mayor
libertad, algo que conocía bien Alberti, pues la
poesía es en el fondo, como señala Eliot, una
crítica de la vida.
De nuevo dice Neus Galí: "habitantes de la
escritura, vemos lo que oímos y oímos lo que
vemos" o como escribe Jünger "en la obra de
arte se transmite a los ojos y los oídos aquello
que no cabe ver ni oír". Pero de la misma forma
se podría hablar de la pintura como una
conjunción de vista y oído, de poesía y
conocimiento (Paul Klee, Kandinski, Goya,
Velázquez). Es decir de engaño y sabiduría. La
vista es el sentido que más nos puede confundir
pues es en el que más creemos. Dice Moreno
Villa: "El mayor encanto de ambas (pintura y
poesía) está, para mí, en que permiten expresar
mucho de lo selvático que sigue habiendo en
nuestra personalidad".
No sé si en una imagen caben más de mil
palabras, sí sé que en una palabra se pueden
acontecer más de mil imágenes, tantas como la
palabra poética, imaginativa, certera de Rafael
Alberti nos muestra, esa "poesía de la pintura
clara" de sus versos.
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Pliegos de Rebotica
´2016
En 1925, conseguía el premio nacional de la poesía. En 1917 Alberi se traslada a Madrid y seguir con su vocación de pintor.