Revista Farmacéuticos - Nº 424 - Marzo 2017 - page 40

FARMACÉUTICOS N.º 424 -
Marzo
2017
40
ARTÍCULO CON FIRMA
A
rrecia la ventisca, salvaje, inclemente, envolviendo
con su gélido aliento a todas las criaturas que viven en
esta tierra blanca e infinita. La naturaleza sestea bajo
una capa helada esperando tiempos mejores. Brillan
los hermosos ojos de un lince ártico al observar el sal-
to de una ardilla voladora. El búho nival, el armiño o la liebre de
brillante y blanco pelaje se mimetizan con el níveo entorno para
sobrevivir. La paz del paisaje septentrional sólo se perturba con
el crujido de la nieve, cuando alguno de sus moradores se aven-
tura a dejar su guarida. Avanza lentamente la caravana de tri-
neos y los pasos cansados de los perros de tiro se hunden en la
densa nieve. Los inuit, sin descanso, buscan nuevos parajes para
sobrevivir en este, su mundo hostil. Generación tras genera-
ción, los pequeños grupos de poblaciones indígenas han tenido
que adaptarse a la vida en estas
tierras boreales donde el clima es
tan específico. En el Ártico viven
unos 155.000 inuit en Alaska,
Canadá y algunas partes de Sibe-
ria y en Groenlandia, donde lle-
garon siguiendo el rastro de los
caribúes y las ballenas durante el
periodo interglaciar... La voz del
narrador interrumpió el sueño de
Nanuk que se había quedado plá-
cidamente dormido en su butaca,
mientras veía aquel documental.
Helados lagos y escarpadas lade-
ras donde infinitos abetos duer-
men esperando el deshielo viaja-
ban por su mente entre el sueño
y la fantasía. Conformaban fra-
ses musicales en busca de una composición. Paisajista sinfóni-
co, el compositor era capaz de dibujar con
allegrettos
,
adagios
y minuetos la naturaleza de su tierra. Y escribir poesía con su
música: retazos de agua, nieve y suelo. Caza y pesca. Glaciares.
Fragmentos de valles envueltos en la bruma del mar: fiordos sin
igual. Nanuk se asomó al ventanal donde los barcos se mecían
en las aguas del amplio puerto de Estocolmo y disfrutó de la
alegría de la luz que, como cada verano, traía el llamado sol
de medianoche. Aunque las agujas del reloj señalaban las doce
de la noche, un resplandor extraño iluminaba la habitación. El
maestro posó su mirada sobre la inmensa librería que ocupaba
gran parte de la estancia. Los estantes estaban abarrotados de
música y literatura universal y septentrional. Las obras de Ibsen
se intercalaban con las partituras de grandes músicos nórdicos,
tales como Grieg o Sibelius. Una biografía de Munch dormita-
ba entre el capitán Hatteras de Julio Verne y una versión infantil
de Erik el vikingo. La poesía del Nobel Tranströmer reposaba
sobre una mesita al lado del sofá. La zona izquierda de la biblio-
teca estaba repleta de libros, cuadernos y carpetas de antropo-
logía. Pertenecían a su hija Erika, una auténtica autoridad en la
materia. Especialista en antropología de la alimentación, siem-
pre le recordaba que su buena salud cardiovascular era debi-
da a su herencia inuit. Según un estudio de la Universidad de
California en Berkeley, los inuit o esquimales y sus ancestros
siberianos poseen unas mutaciones genéticas especiales de los
genes relacionados con la grasa. El investigador Fumagalli cree
que estas mutaciones tuvieron lugar hace 20.000 años y serían
las responsables de la adaptación de estos grupos humanos a las
dietas altas en grasa y carne. Cazadores y pescadores seminó-
madas hasta hace poco se han alimentado de carne de caribú,
oso y sobre todo de ballena y foca. Es curioso que, a pesar de
ser una dieta casi exclusivamente carnívora, contiene las sales
minerales y las vitaminas necesarias. Esto se debe en parte a
que consumen la carne cruda, evitando así el escorbuto. De ahí
que fueran llamados esquimales o “comedores de carne cru-
da”, término hoy en desuso. Es una dieta que también contiene
altos niveles de ácidos grasos omega-3. Desde los años seten-
ta, se han venido realizando numerosos estudios sobre la impor-
tancia de la presencia de estos ácidos grasos en el ser humano.
Hay investigaciones en marcha que aseveran la esencialidad
de los mismos en los procesos sinápticos entre las neuronas, lo
que conlleva una mejora en el aprendizaje y la memoria. Pue-
den incluso mejorar enfermedades como demencias o depresio-
nes. Pero la dieta tradicional de
los esquimales no parece extra-
polable a otras poblaciones, por-
que la ingesta de dietas ricas en
grasas saturadas en las socieda-
des occidentales, debido en par-
te a factores genéticos, se tradu-
ce en una mayor elevación de
las concentraciones plasmáti-
cas de colesterol. Sabemos que
un perfil alterado de las concen-
traciones de las lipoproteínas
que transportan el colesterol da
lugar a los factores de riesgo
cardiovascular. Es decir: nive-
les elevados de LDL y triglicéri-
dos y niveles bajos de HDL. Para
normalizar las cifras de lipemia,
la dieta juega un papel primordial y, por ello, para nuestra socie-
dad se recomienda la dieta mediterránea. Si no surte efecto, se
pasa a los fármacos.
Afirmaba el naturalista francés Buffon que cada ser es hijo
de la tierra en la que vive y que el clima deja huella en el hom-
bre. Así, los pueblos que habitan las zonas árticas comparten
los mismos modos de vida y costumbres. También comparten
los mismos rasgos físicos: rostro largo y achatado, boca gran-
de con labios gruesos, nariz roma, pelo liso y negro. Hablamos
de los lapones o samis, groenlandeses e inuit. En los paisajes
primigenios donde habitan, brilla el sol de medianoche, ya que
en verano, por encima del círculo polar ártico, el sol es visible
las 24 horas del día. En invierno, por el contrario, las noches
duran meses; es la llamada noche polar. A veces hay luces que
“danzan en el cielo”, son las fantásticas auroras boreales lle-
nas de magia y color.
Nuestro compositor era capaz de capturar la esencia de los
pueblos árticos. El olor atávico del frío. La secuencia tonal de
los blancos. Los silencios de la nieve. Podía transformarla en
música. Como todo artista, percibía de un modo especial el
desvanecimiento de la vida tradicional de sus ancestros, pro-
ducto de la globalización y del cambio climático. Se sentía
vulnerable. Como deberíamos sentirnos todos y cada uno de
nosotros, porque lo que ocurra en aquellos bellos e inhóspitos
lares terminará afectándonos a todos.
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
Donde brilla el sol de medianoche
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