Revista Farmacéuticos - Nº 135 - Octubre-Diciembre 2018 - page 50

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Pliegos de Rebotica
2018
PLIEGO DEL PRESIDENTE
Raúl Guerra Garrido
L
L
eón Felipe, hace cincuenta
años no te hubiéramos
podido dedicar este número
monográfico de
Pliegos de
Rebotica
, no al menos con esta
alegría, despreocupación y cariño.
Como Pio Baroja es a los médicos, eres
tú a los boticarios. Siempre poeta de
difícil adscripción, el calificativo de
poeta prometeico es el que mejor te
cuadra por aquello de los contumaces
críticos con respecto a Prometeo: “Sí,
bueno, les arrebató el fuego a los dioses
pero ¿qué más hizo?” Todas mis
pertenencias para el fuego, dijiste, y
todos tus versos fuera de contexto
desconcertaron como ese suspiro de
“sólo los republicanos españoles no
teníamos Dios”. Dentro de contexto
tampoco tenían mejor interpretación
tus palabras.
Fue el entusiasmo el que me hizo
interpretar tu poesía desde un primer
poema leído en
Antología rota
, en el que
decías que así es tu vida, como tú,
piedra pequeña, canto rodado que no
sirve para ser piedra de una lonja, ni
piedra de una audiencia, ni piedra de un
palacio, ni piedra de una iglesia pero
quizá sí ,seguro que sí sirve, para piedra
de una honda. Fastuoso ingenio para
transitar de la blasfemia
al salmo, de la
metáfora al exabrupto,
para reconducir
tu biografía con
el grito primal del hombre a través del
éxodo y el llanto.
Tras el desafío fue ese grito primal en
prosa (antípoda de lo prosaico) el que
me ciñó definitivamente a tu poesía.
Quien no sabe del dolor nada sabe de
la vida, acababa de publicar mi novela
¡Ay!, título horrible que defendí contra
sensatas recomendaciones tras leer tu
incandescente párrafo:
“Creo que la Filosofía arranca del
primer juicio. La Poesía del primer
lamento. No sé cuál fue la primera
palabra que dijo el primer filósofo del
mundo. La que dijo el primer poeta fue:
¡Ay!
¡Ay!
“Este es el verso más antiguo
que conocemos. La peregrinación de
este ¡ay! por todas las vicisitudes de la
historia ha sido hasta hoy la Poesía”.
Somos tiempo y es el tiempo lo que
nos destruye, sobreviva la memoria y
sirva mi nimia anécdota para terminar
este homenaje con un deseo. Quién
como tú, piedra pequeña, piedra de una
honda y como la luz onda y partícula
simultáneamente.
Del dolor al desafío
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