Revista Farmacéuticos - Nº 115 - Octubre-Diciembre 2014 - page 46

LIBROS
libros
Cartografía de las
revelaciones
Alfredo Pérez Alencart
Coedición Editorial Verbum y Trilce Ediciones.-
Salamanca 2011.- 122 páginas.
L
engua y comunión, visión y sosiego,
parejas que se renuevan para renacer cada
día y construir sobre los afanes
cotidianos. Este poeta desde luego huye de la
torre de marfil, considera obsceno no
comprometerse, lleva consigo la sangre del combate
pero a su vez no endurece sus posturas, pues prefiere
mantener el equilibrio de una voz contemplativa. Hay
composiciones que rescatan hechos concretos de ahora
mismo y hay alusiones constantes al pasado histórico
que bien o mal nos une.
La última parte de este libro,
los puntos cardinales
lo
pone de manifiesto con palabras profundas que recorren
España, Portugal y la América latina. Antes se ha
encontrado con la antigüedad disfrazada de hoy mismo,
con el Cristo incómodo de la rebeldía inaplazable y con
el verso largo elegiaco, las palabras esdrújulas o el tono
de César Vallejo en los aguaceros. Sí, el Valle Vallejo al
que cantó Gerardo Diego y al que curiosamente
recuerda el nombre de una de las dos editoriales que
publican conjuntamente este libro.
¿Y quién es Alfredo Pérez Alencart? Es un poeta y
ensayista nacido en Puerto Maldonado del Perú,
afincado en Salamanca en cuya Universidad enseña
Derecho del Trabajo. Es un hombre que ha cumplido
los cincuenta años, reconocido por su obra y por su
animación de los encuentros iberoamericanos de poesía.
Es en definitiva un peruano que tiene muchas patrias y
a quien por eso no le agobia el desamparo. En la
cartografía se percibe a un escritor de talla capaz de ver
por dentro el misterio que reside en la luz de los
desiertos, un navegante que sobrevive agarrado a la
tabla de la emoción y del lenguaje.
La memoria se
cuelga en los
balcones
Teodoro Rubio
Pigmalión.- Madrid 2013.- 58 páginas.
E
sta es la mirada retrospectiva
que nos ofrece Teodoro Rubio
sobre sí mismo, sobre su
infancia y sobre su gente. En el caso
de que la memoria no fuera ya un
lugar bendito para todos, una vez acrisolada, una vez
tamizada por el tiempo, este libro nos lo vendría a
demostrar. Al leerlo uno se encuentra de fondo con la
bondad que endulza el mundo y con la nostalgia que no
puede acibararlo del todo. No retornan las mismas aguas
ciertamente pero volvemos a bañarnos en el mismo río de
nuestra vida.
El pasado no vuelve solo como síntesis sino también
como fragmentos muy concretos. Sobre todo se detiene
en las personas. A los ojos del hijo el padre se parece a
los cipreses, (
era serio eso sí, pero no triste
,) y la madre
en su fortaleza rememora a la encina mientras tiene un
corazón que siempre está cantando. Allí junto al pilón
del pueblo, junto a la fuente, un niño de tres años recibía
el nuevo bautismo del mundo y mucho tiempo después
nos entrega la esencia de su memoria y la pone a orear
en los balcones.
La forma es genuina y está en su madurez. Está en la
unidad de las tres partes diferentes. Controla la libertad de
expresión y no se deshilacha en atrevimientos que, al cabo,
no se corresponderían con el mensaje del libro. Emoción y
sobriedad son los dos ejes que el poeta sostiene. Hay
parejas de versos que se reproducen en poemas distintos
para por un lado contribuir a ovillar la madeja y por otro
lado para atestiguar que los recuerdos son recurrentes. La
memoria es ese cofre al que uno puede volver con solo
cerrar los ojos, ese tesoro que no se nos rechaza.
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