Revista Farmacéuticos - Nº 115 - Octubre-Diciembre 2014 - page 48

P
de Rebotica
LIEGOS
48
José Vélez García-Nieto
soles de
medianoche
C
orren los últimos años del siglo XI. La
península ibérica se tiñe de sangre y algaradas de un
extremo a otro en defensa del Dios de los cristianos y
Alá de los musulmanes. Los judíos asisten
expectantes al reparto del poder y los mandobles. La
convivencia es un imposible y la población civil,
como casi siempre, padece en sus propias carnes, en
sus tierras y en su peculio las ambiciones de
expansión territorial de unos y otros. No sabemos qué
es la paz y los mercenarios campan por sus respetos.
La fortuna se encuentra guerreando y el Cid
Campeador se encarama a los puestos más altos en la
clasificación militar. Sus conocimientos de los
campos de batalla y las costumbres del enemigo, el
ardor de su milicia y su fiereza personal le convierten
en el mejor aliado para planificar cualquier campaña.
Cien años después de sus correrías, aparece el legajo
con su cantar de gesta. Es la primera gran obra
narrativa en lengua romance escrita por alguien
que no nos deja constancia de su verdadera identidad.
Desde entonces, se busca a este autor que aporta a la
literatura española la primera argamasa
para construir el edificio común en el que hemos
podido disfrutar con tantas páginas gloriosas.
Se culmina ahora esta serie anual de los
Soles de
medianoche
fijando la
atención en este personaje
desconocido que, con toda
seguridad, jamás pensó
que, así, iba a pasar a la
gran historia del idioma
que hoy comunica a más de
cuatrocientos millones de
habitantes en el planeta
Tierra.
¿Ficción o realidad?
Varios eruditos lingüistas
sitúan la autoría del texto
anónimo en el clérigo Per
Abbat, nombre muy común
y generalista en la época,
pero parece claro que este
monje –si es que realmente lo era– se limitó a copiar
un documento que cayó en sus manos en alguna de
las ilustradas dependencias de Toledo a comienzos del
siglo XIII. Hoy, hasta se discute la existencia real del
propio Ruy Díaz de Vivar, así que lo mejor será
sumergirse de nuevo en la ficción completa y
llegarnos hasta el año de nuestro Señor de 1157. Es
aquí y ahora donde se inicia nuestra historia:
Caen las primeras hojas de la arboleda que
acompaña al Tajo en la hoz que rodea la ciudad.
Septiembre ha llegado a Toledo con malas nuevas.
Han fallecido, casi a la par, los reyes de León y de
Aragón. Dice el juglar que alguien vendrá y bueno te
hará. Ya veremos…
De momento, el maestro Juan Hispalense, curioso
título para un converso judío, acaba de pasarme unos
cuantos pergaminos sin control ni orden alguno sobre
la vieja leyenda del Cid Campeador. Personalmente,
no sé si me atrae demasiado el personaje, pero
cumpliré el mandato y voy a tratar de redactar algo
que pueda valer la pena. Dicen que el nuevo rey de
Castilla, Sancho III, quiere fomentar la cultura y el
entendimiento entre todos nosotros. Si es esto verdad,
en Toledo podrá disfrutar de tanto intercambio,
aunque no sé como lo aceptarán las jerarquías
eclesiásticas.
Parece que el autor del Cantar vive en Toledo y debe
de trabajar en el entorno de la incipiente Escuela de
Traductores. Esconde su nombre, no se presenta,
porque probablemente es miembro del clero y
prefiere quedar en el anonimato. No sabe que Sancho
III va a fallecer de forma repentina y misteriosa justo
un año después de haber sido coronado. Mientras, él
va a continuar con su extenuante trabajo de
compilacíón. Quiere presentar un documento con
suficiente consistencia.
Al final, he decidido escribir una historia del
personaje en lengua romance. Dicen que los francos
cuentan sus hazañas por este camino; que artistas,
bufones y trovadores llevan sus poemas y rimeros
escritos en pergamino; y que venden los legajos al
auditorio, cuando éste es leído, para asegurar la
permanencia de sus creaciones. Yo tanto no pretendo,
pero me he puesto manos a la obra para explicar el
porqué de algunos movimientos de este guerrero del
que, ahora ya, puedo garantizo su existencia. Nadie
podría haber inventado tanto sobre una sola persona.
a la entrañable Marisa, la flor
más sonriente y entusiasta de AEFLA
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qué era la paz
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