Revista Farmacéuticos - Nº 400 - Noviembre-Diciembre 2014 - page 40

FARMACÉUTICOS N.º 400 -
Noviembre-Diciembre
2014
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Artículo CON FIRMA
L
a aurora se asomó tímidamente al rayar el día, sin saber
que era 28 de marzo de 1515. En España gobernaba Fer-
nando el Católico, y en el urbe católico, el papa León X.
Era miércoles y, enÁvila, una joven madre daba a luz a una
Doctora de la Iglesia: Teresa de Cepeda y Ahumada. Mucha-
cha de naturaleza despierta y soñadora, su carácter va forjándo-
se entre dulce y tenaz, enérgico y con gran sentido común. Una
excepcional mujer que va a purificar la vida religiosa a prin-
cipios del siglo XVI. A los veinte años había profesado con
gran ilusión en la orden de la Encarna-
ción, pero percibe en su interior que no
es bastante y se siente llamada a más
altas aspiraciones espirituales y, de ese
modo, se lanza a la aventura reformado-
ra sin apoyo de ninguno de los estamen-
tos civiles o eclesiásticos de la época.
Ella vuelve la vista atrás, a los princi-
pios fundamentales de la Orden del Car-
melo; obediencia y perfección, austeri-
dad, pobreza y clausura, en un mundo
que cada vez es más extenso. Ya se ha
descubierto América, Hernán Cortés ha
conquistado Méjico, Núñez de Balboa
llega al Océano Pacífico, Pizarro a Perú
y Elcano da la primera vuelta al mundo.
Teresa de Ávila funda un total de die-
cisiete monasterios a lo largo y ancho
del solar patrio. Viajando por sendas y
veredas, caminos tortuosos y peligro-
sos; los huesos, maltrechos en carros y
tartanas. En cada uno de ellos va deján-
dose su poca salud. Conocemos de su
propia pluma todos los detalles de sus enfermedades, así como
su interés por las hierbas que traían de América contra las fie-
bres, ya que padecía cuartanas. En el magnífico libro de Pablo
Bilbao Aristegui, titulado: “Santa Teresa de Jesús, enfermera”
encontramos una nueva faceta de la santa “volcada en caridad
y atenciones hacia las lacerias y quebrantos del prójimo”.Y es
que sus obras están llenas de recomendaciones, tanto materia-
les como espirituales para estos “tiempos recios”. Muy ami-
ga del agua y de la limpieza, también le agradaban píldoras y
pastillas, algunas a base de gomas y resinas. Va esta monja con
pardo sayal, blanca capa y velo negro, proporcionando reme-
dios y tratamientos para el cuerpo y el alma por los caminos,
ganándose el sobrenombre de “andariega”. Y al llegar a cada
nuevo convento, imaginémosla al calor del hogar, en cocinas
alimentadas por leña, entre cucharas de palo, vajillas de loza y
capazos con frutas; rodeada de pucheros de barro, sartenes de
hojalata o garrafas de vidrio. A la luz de los candiles o velas
entre reclinatorios y crucifijos o en su humilde celda con tinte-
ro, pluma y salvadera. No solamente dijo que Dios estaba entre
pucheros sino que su actividad literaria fue muy intensa. Dice
Francisco Umbral en un magnífico artículo publicado en el dia-
rio “El País” el 19 de septiembre de 1981, titulado: “Teresa”,
que con Teresa de Ávila, –a la que hay que amar, de la que hay
que enamorarse como santa descalza y escritora también des-
calza, en contacto con el suelo que pisa, se inicia el despegue
de lo medieval (...)–. Su prosa es alegre, vital, esencial, cor-
dial, elemental, temperamental, autonarrativa, biográfica de lo
de dentro –Moradas– y biográfica de lo de fuera: vida. Con ella
comienza la modernidad literaria en España–. (y comienza con
una mujer, cómo no podía ser menos).
Tenía Teresa una imaginación desbordante, su experiencia
mística ha sido grandemente valorada y en 1970 fue decla-
rada Doctora de la Iglesia. Solo hay tres Doctoras de la igle-
sia: Santa Catalina de Siena, Santa Teresita de Lisieux y San-
ta Hidelgarda de Bingen.
El ámbito conventual siempre ha sido un lugar idóneo para el
desarrollo del pensamiento. En el caso de las mujeres fue tam-
bién un centro de cultura ya que en sus
bibliotecas disponían de libros de todas
las disciplinas. Hidelgarda de Bingen fue
una de las personalidades intelectuales
y místicas de su tiempo. Entre sus obras
destaca una obra médica titulada
Causae
et curae
sobre los problemas que afec-
tan a las mujeres, como la concepción o
la menstruación. También dejó escritos
varios textos sobre preparación de rece-
tas para la elaboración de medicamentos.
En España hay que destacar el Monaste-
rio femenino de Vallbona de les Monges
(Lleida), fundado en el s. XII, donde las
monjas desarrollaron una intensa activi-
dad médica y farmacéutica. Las monjas
boticarias tenían que recolectar las plan-
tas medicinales, desecarlas, molerlas o
destilarlas. Asimismo tenían que conocer
las proporciones idóneas para la prepara-
ción de los medicamentos y las técnicas
de laboratorio adecuadas para obtener los
aceites o partes esenciales de las plantas.
En la orden benedictina era costumbre que la monja boticaria lle-
vara la llave de la botica colgada de una cinta al cuello. También
en los moldes para fabricar pastillas de malvarisco para la tos era
costumbre representar símbolos de iconografía cristiana: los frutos
representaban los dones del espíritu: la granada representa la vida
y la margarita, la inocencia; los pájaros, la elevación espiritual. La
almendra es el símbolo de la Virgen María, el trigo de la Eucaris-
tía, etc. Así se recordaba a los fieles las nociones esenciales de la
doctrina cristiana. Y es que han sido muchos los farmacéuticos y
los médicos que han sentido “el sígueme”, como es el caso deAki-
ro Tamura, que pasó de cirujana torácica en la Clínica Universita-
ria de Navarra a monja carmelita, o la Beata valenciana, M. Sagra-
rio de S. Luis Gonzaga, que fue farmacéutica, carmelita y mártir,
y que nunca olvidó su carrera siendo de gran utilidad a su Comu-
nidad. En Italia, el patrono de los farmacéuticos es San Juan Leo-
nardi, un boticario del siglo XVI.
Cuando la Santa de Ávila hablaba de una fundación decía:
“Puse la campanilla” porque solo los conventos autorizados
podían echar las campanas al vuelo. La campanilla cesó de tocar
el día 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes. En el frío otoño,
un almendro floreció.Y junto a las murallas, aún corre una chiqui-
lla con el corazón desbocado, lleno de amor enamorado y espíri-
tu elevado. Atraviesa castillos y moradas, su vida transverberada.
Sus pies, descalzos, vuelan ansiando alcanzar la plenitud mística.
500 años con Teresa.Y su luz, aún ilumina.
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
500 años con Teresa
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