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José Félix Olalla
Pliegos de Rebotica
2020
LIBROS
Amor Towles
Narrativa Salamandra
Barcelona 2019
509 páginas
E
l destino no tendría la reputación que
tiene si se limitara a hacer siempre lo que
parece que va a hacer. Por eso delante de
nuestras circunstancias personales, debemos
aprender que no es lo mismo resignarse con
una situación determinada que reconciliarse
con ella. Si fuéramos capaces de atenuar la
atención que prestamos a lo que está fuera de
nuestro alcance y supiéramos conformarnos
con los pequeños datos que manejamos,
seríamos quizá más sencillos y menos infelices.
Amor Towles ha acertado con esta novela,
segunda de su mano, que le ha permitido
desprenderse de su vida profesional anterior y
dedicarse solo a la escritura. Enfoca a la Unión
Soviética en el entorno de unos años convulsos
y así el relato entra en el sendero de la gran
narrativa del siglo XIX, por supuesto a partir
de los formalistas rusos que Towles demuestra
conocer bien. El conde Rostov es el
protagonista absoluto. Debido a la escritura en
su juventud de un poema que expresaba su
impaciencia política durante el periodo zarista,
en la revolución bolchevique salva la vida
in
extremis
. Su pena de muerte le será conmutada
por una reclusión permanente que tiene la
pretensión de degradarle: En adelante no podrá
salir del lujoso hotel Metropol, en el centro de
Moscú, tan cerca del Kremlin y del teatro
Bolshoi.
Pero el protagonista tiene un don coherente
con el principio de que los hombres deben
compartir sus preocupaciones y proceder con
un comportamiento solidario: El conde está
predispuesto a ver lo mejor de cada uno de sus
compañeros y será capaz de convertir su
cautiverio en una forma distinta de felicidad.
Enamorado de la literatura y de la buena mesa,
podrá también construir lazos afectivos sólidos
con algunos de los empleados del hotel y con
otros huéspedes. Dará la vuelta a las
circunstancias para ponerlas a su favor y no se
dejará avasallar por ellas y así construirá una
forma de normalidad en el presidio.
El mensaje, por consiguiente, es que la
sustancia de lo cotidiano, el pan de cada día,
debe dar sentido a la existencia de la persona
con tal de que esta sea atenta y sepa mirar a
sus compañeros. De joven jamás le había
importunado la presencia de otro individuo. De
mayor, cuando leía en su butaca, ninguna
interrupción le parecía una molestia. Atendía a
los otros con gusto y tenía mecanismos
propios para combatir sus asperezas.
La lectura y los placeres de la mesa, sí, pero
por encima de ellos, una sabiduría personal
adquirida de buena ley con los años. El valor
oculto de la literatura es que un pareado de
Alejandro Pushkin puede cambiar a nuestro
favor la disposición de una muchacha y una
frase de Dostoievski puede mover a un
hombre a una acción que no estaba dispuesto a
acometer, pero para vivir con sentido es
necesario algo más; saber leer de forma
correcta nuestro presente.
Todos somos protagonistas. Cada uno de
nosotros reclama su momento en el escenario
y además insiste en contar al público su propio
soliloquio y se apresura a recitar una
propina,
un bis
, en cuanto oye el más leve aplauso.
Aparece entonces una cuestión interesante,
más compleja de lo que se intuye: ¿Nos
gustaría volver a empezar nuestra vida si eso
fuera posible? Es sugerente, sostiene Rostov,
pero yo no estoy tan seguro de querer
renunciar a las personas con las que he
convivido, a su memoria y a cada una de las
experiencias que tuve con ellas.
Un caballero en Moscú