Revista Farmacéuticos - Nº 121 - Abril-Junio 2015 - page 3

H
H
ace pocos días llegó a mis manos un pequeño pero interesante libro escrito por
una farmacéutica chilena Dina Rossi en el que plasmaba sus reflexiones sobre
las distintas teorías sobre el origen de las plantas. Dice en su introducción, que
solo la importancia capital, casi total, que han representado para la
supervivencia del ser humano, justifica el empeño que todas las civilizaciones
han mostrado para explicar su origen divino.Y es así. Todos los pueblos afirman o describen,
unas veces de forma específica para algunas plantas y otras en tono general, cómo un dios o
varios dioses se ocuparon de hacerlas, casi a medida, para el ser humano.
Como soy aficionada a la mitología, me vino a la memoria alguna de las leyendas griegas en
las que específicamente se describe en qué circunstancias fueron creadas. En ella, formas,
origen y propiedades aparecen, maldición o premio, como consecuencia del deseo directo de
algún dios. Incluso algo tan cotidiano como la lechuga tiene su mítica historia de cómo
consiguió, por decisión divina, sus propiedades sedantes y refrescantes.
Dice la mitología que Afrodita se enamoró perdidamente de Adonis, el hombre más bello
que existía, con el que tuvo una intensa historia de amor. Pero un día unos cazadores en lo
profundo del bosque, a través de unos matorrales confunden los bellos ojos de Adonis con
los de un joven ciervo y le matan con sus flechas. Afrodita loca de dolor corre durante días
sin poder mitigar el dolor ni el ardor amoroso que la consume. Sus ninfas llegan a temer por
su vida y a una de ellas se le ocurre hacer un lecho con las frescas hojas de lechuga
humedecidas por el rocío de la mañana que crecen a la orilla del rio. En él acuestan a la
triste enamorada que gracias a ello su sangre se refresca y
disminuye su ardor amoroso de manera que puede dormir.
Cuando se despierta, agradecida, concede a la lechuga dos
propiedades, la de calmar al inquieto y la de ser un inhibidor del
deseo sexual. Bello y exacto.
Aún más. Cuando Afrodita corría desolada por el bosque, aún solo
existían las rosas blancas, pero en su carrera pisa varios rosales
hiriéndose los pies. Algunas gotas de su sangre caen sobre los
rosales que a partir de ese momento cambian el color de sus flores
que toman ya para siempre el rojo de la sangre de la diosa.
En cuanto a las violetas, se afirma en otro pasaje que una pareja se
amaban profundamente, pero la belleza de él hace que Hera se
encapriche y desee hacerle su amante. Sin embargo él la rechaza
diciendo que nunca abandonará a su amada a la que será siempre
fiel. Hera, despechada, la mata y, ante su asombro él, apoyado en un
laurel mientras llora por su amor perdido, se castra para demostrar
su fidelidad más allá de la muerte. La sangre que se derrama cae
sobre la tierra y de ella brotan unas plantas con flores de color
violeta, que es el color de la melancolía y pero también de la
fidelidad.
A pesar de que los farmacéuticos amamos y sabemos mucho de
éste mundo de las plantas, no nos cansamos de indagar y saber
nuevas cosas de éste tema.Y es que de ellas siempre nos queda
algo por conocer.
3
Margarita Arroyo
Pliegos de Rebotica
´2015
La botánica
y su
origen divino
CARTA DE LA DIRECTORA
Afrodita y Adonis
1,2 4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,...52
Powered by FlippingBook