FARMACÉUTICOS N.º 411 -
Diciembre
2015
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ARTÍCULO CON FIRMA
I
mpregnadas de invierno transcurrían aquellas primeras horas en
la capital de España. Enero se colaba por las rendijas de puertas y
ventanas del vetusto y sombrío Alcázar Real. En el vigésimo día
del mes primero, del año dieciséis, del siglo dieciocho, la Reina
Isabel de Farnesio daba a luz al tercer hijo varón de FelipeV, y al
igual que en todos los rincones de palacio, Madrid entero se congra-
tulaba con la llegada de este rubio Infante, al que llamaron Carlos.
Charla la gente en animados corrillos en tabernas, mesones, figo-
nes y plazuelas; cocheros y bodegueros; mozas, fregonas y busco-
nas van llenando las gradas de San Felipe. Es laVilla y Corte, donde
nada puede callarse, y golillas y plumillas, recaderos y confesores,
intrigantes y palaciegos, se intercambian cor-
tesías. Capas y casacas; encajes y estameñas;
sedas y percales, se dan la mano comentan-
do el nacimiento del Infante Carlos, a quien
el destino, contra todo pronóstico, hizo rey. Su
vida estuvo más llena de luces que de som-
bras. La luz de Sevilla en su infancia y la de
Nápoles en su juventud moldearon su carác-
ter. Las luces de la razón y del progreso alum-
braron su reinado. Carlos III supo liderar el
cambio político y social que España necesi-
taba y lo hizo bajo los ideales de la Ilustra-
ción. Madrid experimentó una transformación
urbana sin precedentes; se pusieron aceras en
las calles, canalones de desagüe, se construye-
ron las Puertas de Alcalá y de San Vicente, el
Hospital de San Carlos, la Casa de Correos y
se abrieron nuevos parques y paseos. Uno de
los más importantes es, sin duda, el llamado
Salón del Prado. Un gran paseo arbolado, con
jardines y fuentes, donde la sociedad madri-
leña se exhibía entre las fuentes de Neptuno,
Apolo y Cibeles. Empolvadas pelucas y tri-
cornios paseaban junto a petimetres, espadi-
nes y artesanos; altos peinados, basquiñas y
mantillas se cruzaban con redecillas y madro-
ñeras. Un trasiego de coches y carros subían y bajaban por el Paseo
del Prado, donde la nobleza lucía sus berlinas y calesas y al que gus-
taba frecuentar la jovencísima Duquesa de Alba, Teresa Cayetana
de Silva yÁlvarez de Toledo, camino del Palacio de Buenavista en
el Prado de los Recoletos. Figura indiscutible de su tiempo, la deci-
motercera Duquesa de Alba se encuentra indefectiblemente uni-
da a Goya, de romances secretos, entre pinceles, murmura la his-
toria. El retrato de 1795 –de maja elegante, vestida de blanco, rojo
en la cintura, rojo acariciando su pelo– ha traspasado las fronteras
del tiempo. Goya, junto con Velázquez, constituye uno de los pila-
res en los que se basa la principal Pinacoteca española: el Museo del
Prado. Pensado para albergar el Real Gabinete de Historia Natural,
este magno edificio formaba parte, junto al Observatorio Astronó-
mico y al Jardín Botánico, del eje científico soñado por Carlos III en
el Paseo del Prado. El monarca, gran amante de las artes y las cien-
cias, adquirió en 1771 el rico y variado gabinete de historia natu-
ral del coleccionista Pedro Franco Dávila. Los llamados gabinetes
de curiosidades eran espacios fascinantes, observatorios de la diver-
sidad del mundo: animales, vegetales y minerales se contemplaban
junto a aquellos especímenes, que por su naturaleza eran conocidos
como mirabilia: esponjas, fungiporos, litofitos o fósiles, bezoares y
criaturas aberrantes o monstruosas. También se atesoraban, libros,
piezas de arte e instrumentos de distinta índole. Los objetos se expo-
nían tanto para disfrute visual del espectador, como para su estu-
dio científico. Los gabinetes de curiosidades se conocieron popular-
mente como “cámara de maravillas” y daban prestigio y fama a sus
poseedores. Son famosos los creados por Rodolfo II de Habsbur-
go y por el Infante don Luis de Borbón. El coleccionista de mara-
villas se apoya en la idea de atrapar y retener un instante de la vida
de los seres vivos. Para ello se desarrollaron técnicas de taxider-
mia y conservación; se usaron alcoholes alcanforados, espíritu del
vino y otros líquidos conservantes. La fascinación por el estudio de
la naturaleza comienza en el Renacimiento y continúa durante el
Barroco debido a la aparición de nuevas floras y faunas descubier-
tas en los grandes viajes de exploración y expediciones por el globo
terráqueo. El deseo de recrear la biodiversidad se refleja en la crea-
ción de estos espacios al modo de
Theatrum
Naturae
. Estas cámaras de las maravillas fue-
ron fundadas en buena parte por reconocidos
farmacéuticos. Una de las más importantes fue
la del farmacéutico veronés Francesco Calzo-
lari (s. XVI). Entre gavetas y tarros de farma-
cia se exponían conchas y caracolas, ofidios,
cangrejos y pequeños mamíferos.Aves, caima-
nes, murciélagos, e incluso una cabeza huma-
na momificada poblaban los estantes superio-
res y el techo de tan singular estancia, situada
sobre la botica. El mismo, preparaba los espe-
címenes y poseía un laboratorio donde rea-
lizaba sus formulas curativas. Fue un gran
investigador que postulaba que era necesaria
la observación y la comparación de muestras
“in situ” y no solo con la lectura. Otro boti-
cario, Ferrante Imperato (1550-1625) poseía
un impresionante gabinete anexo a su botica
en Nápoles, que podía ser visitado. Imaginen
un inmenso cocodrilo que pende del techo
rodeado por una miríada de conchas, cara-
colas, peces y estrellas de mar; un perro con
dos cabezas sobre el escritorio; aves, morsas,
armadillos, lagartos en repisas y armarios...
junto a libros y herbarios. No es de extrañar
que sus visitantes, estudiantes o naturalistas quedaran maravilla-
dos ante aquella colección de objetos. Como buen farmacéutico
tenía un pequeño orto donde cultivaba hierbas medicinales y escri-
bió varios tratados de Historia Natural. También hay que destacar
al farmacéutico holandésAlbert Seba (1665-1736), que consiguió
una interesante colección de plantas y animales poco corrientes
por su relación con capitanes de barcos y cirujanos de la marina.
Su aportación a la ciencia fue muy notable porque fue el impulsor
de la catalogación sistemática de las piezas.
Mágicos, extraños, sorprendentes, asombrosos, interesan-
tes, fascinantes y atractivos, estos lugares maravillosos fueron
el germen de los actuales museos de ciencias naturales, antro-
pológicos y arqueológicos. El Museo de la Farmacia Hispana
de la Complutense, un lugar donde aún perdura el misterio de
las antiguas boticas, gracias al empeño de Guillermo Folch y
Javier Puerto, es también depositario de interesantes legados,
con piezas tales como “la pezuña de la Gran Bestia”, uña de
alce usada en terapéutica en preparados polifármacos o cajas
de uso farmacéutico preciosamente decoradas. Así que active
su imaginación y piérdase por esos cuartos llenos de rarezas,
de huevos de avestruz, fósiles, dientes de ballena y tiburón,
sueñe con el mítico unicornio, cultive su espíritu. Y no olvide
que la fantasía unida a la razón produce maravillas.
✥
María del Mar Sánchez Cobos.
Farmacéutica
El coleccionista de maravillas
Carlos III, cazador, de Francisco de Goya y Lucientes
©
Museo Nacional del Prado