Revista Farmacéuticos - Nº 407 - Julio-Agosto 2015 - page 35

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ARTÍCULO CON FIRMA
FARMACÉUTICOS N.º 407 -
Julio - Agosto
2015
M
ezclados con pequeñas caracolas, trocitos de cerámi-
ca y blancas piedrecitas, los verdes, amarillos y ana-
ranjados cristalitos dormían en aquel pequeño bote de
cristal. Día a día, los niños iban guardando su botín.
Pequeños tesoros que las olas, en su eterno ir y venir,
iban posando sobre la playa. Pulidos por la fuerza del mar, los
fragmentos de vidrio carecían de cantos y aristas, pero aún mante-
nían sus propiedades aquellas con las que fueron creadas. Huéspe-
des de larga duración de los mares pertenecen a restos de botellas
y otros utensilios de la vida cotidiana del ser humano. Y es que la
industria del vidrio es milenaria. Cuenta Plinio
el Viejo que unos mercaderes que se dirigían a
Egipto para vender natrón (carbonato de sodio),
lo usaron para apoyar la marmita donde calen-
taron su cena. Al día siguiente descubrieron que
los bloques de natrón se habían fundido y al
reaccionar con la arena se habían convertido en
un material duro, transparente, brillante y amor-
fo: el vidrio. En Siria, un siglo antes de Cris-
to, se empezó a usar la técnica de soplado del
vidrio para la fabricación de todo tipo de obje-
tos. Ser un soplador de vidrio es ser un artis-
ta, porque si el soplo es suave y largo se consi-
gue un cristal fino y viceversa; el secreto está en
controlar la intensidad y la duración de la respi-
ración. Los romanos tuvieron predilección por
este material y lo extendieron por todo el mun-
do conocido. Consiguieron embellecer las vasi-
jas, jarras y botellitas con relieves en otros colo-
res que después imitaron los venecianos. Los
bellos cristales de Murano son los reyes de un
mundo elegante, romántico y decadente; ador-
nan los palazzos y visten las ojivales ventanas
desde las que se oyen los rumores de los viejos
canales. En las mesas, caprichosas copas esmaltadas de herencia
bizantina, hacen juego con las sensuales lámparas que iluminan
los antiguos salones venecianos.
Evocando mundos de esplendor con sus tintineos y luces iri-
sadas, el vidrio fabricado en las montañas de Bohemia es suma-
mente cristalino y profundamente tallado. Y no podemos olvidar
el oro sobre el cristal de la Granja. Y es que el vidrio, cuando es
fino y bello lo llamamos cristal; especialmente a aquel que imita
al cristal de roca o cuarzo, que es el cristal que se encuentra en la
naturaleza. Cuando los vidrios se colorean, se convierten en mara-
villas como las vidrieras góticas. Éstas van filtrando y difuminan-
do los rayos de sol, que desde el alba hasta el ocaso, se pasean por
las sombrías y piadosas naves, iluminándolas. Ellas le transmiten
a la catedral gótica una elegancia y una ingravidez que siglos des-
pués la convertirán en uno de los referentes del modernismo. Este
concepto artístico fue un golpe de aire fresco en la encorsetada
Europa de finales siglo XIX y que a principios del siglo XX cobra
todo su esplendor –la belle époque–. Es un arte nuevo y joven que
busca la belleza por encima de todo. Música y literatura; pintu-
ra y escultura; diseño, artes plásticas y arquitectura. Todo queda
impregnado por la lozanía de este nuevo movimiento que ensal-
za la poética de lo frágil. Aunque el uso del cristal se había consa-
grado en los edificios que se construyeron para las grandes exposi-
ciones universales como el Crystal Palace de Londres o el Palacio
de Cristal del Retiro madrileño, con el modernismo se convierte
en protagonista. La sorpresa y la paradoja; la fantasía, el capricho
y el simbolismo pueblan la estética de la arquitectura
“Art Nou-
veau”
que tiene como representante máximo a Gaudí. Sus princi-
pales obras: la Sagrada Familia, el Parque Güell, las Casas Milá
y la Batlló son conocidas por todos, pero la Barcelona modernis-
ta cuenta con unas pequeñas joyas sitas a pie de calle: son las Far-
macias Modernistas que también existen en otros enclaves de la
geografía española, como la menorquina Farmacia LLabrés, que
fue dejada en herencia a los actuales reyes de España. Estos esta-
blecimientos singulares presentan decoraciones exteriores e inte-
riores de gran calidad artística y fueron proyec-
tadas por los arquitectos del momento; la Gibert
de 1879 lo fue por Gaudí en su primera fase;
la Bolós en Rambla Cataluña, por los herma-
nos Falgueras. La Tanganelli-Vallet es una de
las mejor conservadas; y en la calle Sant Pere
Més Baix se encuentra la farmacia Pedrell con
sus vidrieras ovaladas llenas de amapolas, lirios,
narcisos. Hay constancia de que en gran par-
te de las farmacias trabajaron prestigiosos arte-
sanos de las artes decorativas como pintura,
madera, metal, mosaico, estuco, etc. Los edi-
ficios cobran vida y se llenan de formas sinuo-
sas y flexibles: peces, moluscos, aves; flores y
tallos; muebles sinuosos y mosaicos decorati-
vos conforman una atmósfera mágica, ondulan-
te donde los vitrales tienen especial relevancia.
Se encuentran en puertas, ventanas, patios de
luz y galerías. Las vidrieras del Hospital de Sant
Pau diseñadas por Domenech i Montaner son
un claro ejemplo que llaman al confort visual
y al tratamiento higienista. Este complejo hos-
pitalario es un ejemplo de la integración entre
ciencia y arte. Quizás, el máximo representan-
te del arte del vidrio sea el creador y joyero francés René Lali-
que (1860-1945). Durante la Primera Guerra Mundial su fábrica
manufacturó frascos y continentes de uso hospitalario y farmacéu-
tico. El uso farmacéutico del vidrio viene de antiguo como se pue-
de comprobar en los ejemplares que poblaban las antiguas boticas.
Había recipientes para contener medicamentos en vidrios de dis-
tintos colores y formas, algunos de gran belleza; pequeñas bote-
llas, jaraberos, frascos aceiteros, licoreras, etc.Asimismo los ense-
res de laboratorio: probetas, matraces, ampollas de decantación,
pipetas, tubos de ensayo, placas petri, balones, buretas, agitadores
o varillas son fundamentales en el equipamiento de un laboratorio.
Aunque actualmente se fabrican de manera industrial, aun exis-
ten algunos profesionales que se dedican a moldear vidrio para la
ciencia; son los sopladores de vidrio científico. Recuperan, reci-
clan, reparan, diseñan y fabrican prototipos para los laboratorios
supliendo las necesidades de los investigadores.
Jugando con la brisa, el graznido de una gaviota se coló por
aquella ventana abierta que miraba al mar. Al entrar, despertaron
a los objetos que plácidamente sesteaban en la repisa de la blan-
ca habitación: un reloj digital, una peonza centenaria, un cargador
de móvil, una estrella de mar, un ejemplar sin tapas de “la Isla del
Tesoro”, media chocolatina y un pequeño frasco... ¡que atesoraba
todo un universo de cristal!
María del Mar Sánchez Cobos
Farmacéutica
Un universo de cristal
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