Revista Farmacéuticos - Nº 136 - Enero-Marzo 2019 - page 48

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o termino de saber si el paso del
tiempo da una perspectiva más general
sobre las cuestiones que nos
importaban entonces y hoy ya no nos
preocupan o si, por razones de simple
desgaste, ahora estamos más conformes con casi
todo y llegan a aburrirnos asuntos que discutíamos
acaloradamente cuando iniciábamos nuestras
particulares singladuras personales.
En la juventud parece que apenas tenemos en
consideración el valor de la amistad. Es algo natural,
sin objeciones, sin cortapisas, sin agujeros negros.
No le damos importancia a algo que va a cimentar
de verdad nuestras vidas. La amistad es un pilar que
se mantiene incólume ante tempestades, ruinas o
desencuentros. Es curioso que los grandes amigos
los hagamos en nuestros primeros lustros de
existencia, al empezar el camino; y es más curioso
todavía que todo pase de manera espontánea, sin
premeditaciones, sin forzar la marcha.
Ya sé que no es del todo exacto este diagnóstico:
que la educación, los padres -incluyendo a las
madres para aplicar el nuevo lenguaje, políticamente
correcto-, los estudios, las creencias o las compañías
van sembrando la tierra para que todo cuaje, pero al
final cada uno elige con quién estar y dónde confiar
sus penas o cobijarse cuando llegan los malos
momentos.
En el transcurso de los años todo esto termina de
fraguar, cada cual tiene un contadísimo y selecto
grupo de amigos, sin que la edad, el sexo o incluso
las ocupaciones laborales o las categorías familiares
vayan a constituir alguna clase de barrera. Lo normal
es que los amigos no sean muchos, pero sí que lo
sean para siempre.
Los sucedáneos de la amistad
Dice el refranero español que
quien tiene un amigo,
tiene un tesoro
, pero a veces surgen falsos
destellos o apariencias poco sostenibles.
Cuando un amigo lo es por lo que eres y
no por quién eres,
algo falla y,
sobre todo, no
es auténtico
aunque
habitualmente
no suela engañarse a nadie con esta clase de
estratagemas interesadas.
Si buscamos consuelo a cualquier precio, nos
ponemos un pañuelo en la nariz para no detectar el
plagio o una venda en los ojos para no ver lo que
intuyen nuestros demás sentidos, estamos buscando
el llamado efecto placebo de los medicamentos. Al
principio, es posible que puedan sentirse rasgos
beneficiosos, pero a la larga no servirán para casi
nada. La amistad no se guarda alternativas o
comodines en los bolsillos: O es o no es.
Otra cosa es que la formación y las relaciones
humanas establezcan contactos frecuentes y de
compañía entre unos y otros, pero cuando
Roberto
Carlos
, el romántico cantante brasileño del pasado
siglo, nos pedía tener
Un millón de amigos
, sabía a
ciencia cierta que se trataba de una empresa
imposible, de una extraordinaria utopía ¡Qué bonitas
son las utopías!
La amistad nunca será un placebo pero es posible
que, de vez en cuando, encontremos en el camino
de la buena sintonía con determinados grupos de
gente el soporte acogedor que siempre brindan los
amigos. Un claro efecto placebo dificil de despreciar.
La amistad, la filosofía y la Academia
Y todo esto... a qué viene.
Hace unas pocas semanas, un buen amigo fue
nombrado Académico de la Real de Farmacia
Española. Se trata de Santiago Cuellar, colaborador -
espero que recuperable- de
Pliegos
y compañero de
tantas fatigas y en tantos proyectos que
probablemente me dejaría varios si tratara de hacer
un simple índice.
Empezamos juntos la carrera de Farmacia en
los ahora muy denostados tiempos de la
transición política. Se
nota que
hablan,
valoran y, lo
que es aún
peor,
enjuician
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José Vélez García-Nieto
SOLES DE MEDIANOCHE
De placebos
y amistades
Pliegos de Rebotica
2019
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