Revista Farmacéuticos - Nº 120 - Enero/Marzo 2015 - page 8

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n los siglos XVI y XVII, si Madrid no
hubiese tenido mentideros, sus
aconteceres diarios, sus novedades y
habladurías no podrían haber llegado a
todos los rincones de la ciudad.
Afortunadamente, sus habitantes, fueran ignorantes
o letrados, encontraron la solución en San Felipe el
Real. Crearon allí un centro de comunicación
rápido, claro, barato y al alcance de todos. Tenían
los chismes en tiempo real.
Las gradas de San Felipe fueron la atracción de los
caballeros y desocupados del siglo de oro, hidalgos,
estudiantes mendigos y jubilados… y de las más
importantes plumas de nuestras letras, Góngora,
Calderón, Quevedo, Cervantes y Lope, soldados de
Flandes, beatas y jovencitas. El lugar era tan
pintoresco y tenía tal fama en todo Madrid que el
rey se quejaba de que su posición le impedía ir a
las gradas.
Los chismes eran normalmente inofensivos, sin
malas intenciones y cualquier cotilleo que se oyera
allí recorría Madrid con rapidez del rayo. Junto al
coro de los agustinos, nacían todas las mañanas las
noticias más recientes.Y sin saber cómo, en poco,
muy poco tiempo toda la ciudad estaba enterada.
A las doce, los frailes bajaban al refectorio y
repartían las sobras de sus bazofias entre los
mendigos. El resto de la concurrencia, con el toque
del Ángelus, se iban cada uno a su casa a comer lo
podían, que era poco porque el país estaba en la
ruina. Las gradas quedaban vacías hasta la tarde en
que volvían a llenarse de fisgones en la hora del
paseo, era el momento de curiosear las carrozas de
las damas, incluso algunas hacían detener sus
carruajes al sentirse admiradas.
Entre los asiduos de San Felipe se encontraba junto
a los autores del Siglo de Oro, Juan de Tassis, conde
de Villamediana, que destacó como poeta. Las letras
estaban en su mejor momento y hubo también
fama y gloria para él. De educación humanística y
refinada, ambicioso, atractivo y provocador fue tan
brillante en las armas como en las letras. Correo
Mayor del rey, aficionado al juego, al teatro, experto
lanceador de toros y amante de la poesía, resulto
temible por sus versos satíricos, que cultivó
haciendo algunos amigos, como Góngora, y muchos
enemigos como Quevedo y los validos. Amén de
que como juerguista y jugador, arruino a nobles y
caballeros de su época. Se rodeó de odio, parecía
que lo buscaba… recibía amenazas de todos y en
todas partes.
Sus sátiras atacaron con saña la corrupción y el
pillaje del país. El oro que llegaba de América se
tiraba se robaba y se malgastaba. Señaló como
ladrones al entorno del rey Felipe III, lo que le
supuso castigo de destierro. Regresó, cuando Felipe
IV sucedió a su padre, y fue nombrado
gentilhombre de cámara. Se habló de la posibilidad
de fuera el valido del rey, pero el conde no tenía
madera de político, no era un estadista. Lo suyo
eran las letras, la poesía y criticar la corrupción; el
nombramiento fue para el astuto conde-duque de
Olivares.
Beatriz Aznar Laroque
Mentideros
de Madrid
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Pliegos de Rebotica
´2015
Gradas de San Felipe
Toros plaza Mayor
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