Revista Farmacéuticos - Nº 119 - Octubre-Diciembre 2014 - page 3

H
H
ace unos días releí ese espléndido libro de Raul Guerra Garrido, tan cerca de
nosotros en todos los sentidos, que se titula
El sueño de una noche de guardia
y
disfruté una vez más de su originalidad, su capacidad de conexión con el lector
y su maestría para llevarnos de la mano por regiones nada trilladas y a veces
difíciles de transitar.Y como a veces la admiración nos lleva directamente a la
osadía, he querido hoy ser seguidora –aunque está claro que nunca llegaré a alcanzarle– de
esta obra y escribir también mi sueño en mi rebotica en homenaje a mi amigo y maestro.
El primer fundamento de un sueño es despertar sin amargor de boca. Porque el sueño es
una puerta de la disciplina del talento. Late bajo la piel de la conciencia.Te tortura.Te hiere.
Se cura con olvido y ternura.
Estoy leyendo versos transitivos, es decir, los que nunca terminan en valores concretos.Y de
pronto me quedo dormida. Se apaga en la penumbra el ojo cíclope del boticario. Nadie se
asoma a la rendija abierta a contar que se queda sin vida y que por vía oral recuperarla no
parece posible. (¿Para qué sublimar el agua clara si el agua ya es sublime?). Una línea de
soldados cerámicos –gorros de Tamerlán y uniforme de húsares– entra de guardia por los
anaqueles cubriendo la carrera de mi profundo sueño. Sus consignas son claves botánicas con
fragor de latines azul-prusia.Ya no importa que un vientre se desate en dolores de vida y que
la vida grite el rigor de sus límites o que el agua pudiera ser angélica o de azahar o del
Carmen o rubia de melisa. El beso del silencio que ahora me conmueve se parece a una
alondra cuando remonta el vuelo, respira en mi oído lenta, sin descanso y despacio se rompe.
Veo un coro de ángeles y un mortero de mármol donde hay sangre de drago y restos
lupulinos. Dos ángeles levitan lo insonoro; bellos, turiferarios, luminosos. Héroes de alegorías
pérfidas, barrocas. Partidarios de Haendel y del olor a incienso que el amor reclama como
ambiente propicio como un cava profano que convierte los labios en mensajes frutales.
Los matraces reposan como vientres de Buda entre humo de sándalo.Ya no importa que
Marte se subleve tocado con su yelmo y su coraza repartiendo la sal de los metales como
salario ácido a los vivos cuando en la guerra el azafrán de Marte oxida su mandoble y con el
aire el alma se hace de raíz de olivo.
Nada siento en mi cuerpo. La anestesia es un mito sin valor persistente y sin embargo un
soneto me droga con simple sinestesia.
Para versos que urden profusas letanías, supersticiones blancas o fingidos milagros que
conjuren la muerte, para esos, para esos, para esos, me
reservo el brebaje, la triaca del miedo que jamás
despaché sin receta.Y aquí tengo un maltrecho acerico
donde hinco los nombres que la memoria hiere.
Oigo sonar un órgano entre nubes de madera dorada
por la voz humeante de mil tubos de ensayo y otra voz
más que humana me despierta de súbito porque una
sangre me reclama su analítica con carácter urgente.
Me olvidaba decir que soy bruja. Pero dentro de un
orden.
3
Margarita Arroyo
Pliegos de Rebotica
´2014
Sueño
en la rebotica
CARTA DE LA DIRECTORA
1,2 4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,...52
Powered by FlippingBook