Revista Farmacéuticos - Nº 113 - Abril/Junio 2013 - page 3

R
eleyendo los libros de poesía de Federico Mayor Zaragoza, su espléndida poesía de testimonio,
–esta solo es una de sus facetas de poeta- pensé que no existen en este momento muchos buenos poetas
que se hallen en esta corriente. Y menos aún dentro del colectivo de los poetas farmacéuticos. Es un
tipo de poema que nace del dolor, de la rabia, de la impotencia.Es una inquietud espiritual que nuestro
compañero Federico hubo de sufrir con frecuencia y que su sentido de la responsabilidad ante el ser
humano doliente, le ha hecho retratarla para que no olvidemos al que nos necesita. Para que no seamos
solamente uno, sino uno entre todos. Para que recordemos que no hay más que un camino y que todos,
todos estamos en él.
Y me encontré meditando: ¿En qué medida es la poesía una actitud social de relación? ¿De qué modo
el fenómeno poético es capaz de polarizar las inquietudes sociales del hombre? Porque no olvidemos
que la poesía, entre otras cosas, es un proceso expresivo estético que ha ido enriqueciéndose con
elementos adventicios en el tiempo constituyendo modas, estilos, corrientes y compromisos con la
realidad que se configura alrededor del poeta. Este último aspecto es el que corresponde a la poesía de
testimonio y que representa, aparte de su función intrínseca, una contraindicación del romanticismo o
del gongorismo ¿En qué estrictos medios puede desarrollarse la entidad social del mundo poético?
Cuando al poema se le extirpan las impurezas narratorias, la poesía no sólo subsiste, sino que se crece
en la medida del despojo. La síntesis enriquece el poema y lo consolida. Cuando se le limitan los
recursos adjetivos, la poesía se esencia, se sustantiviza, se adelgaza. Cuando se le despoja de la
anécdota el poema se agudiza y propende hacia una relación metafórica o imaginista.
No son los únicos en crear así, pues cada vez es más frecuente en todo tipo de contenido poético, pero
teniendo en cuenta que en el fondo las palabras en sí mismas tienen un valor epidérmico, que no
testifican ideas, los poetas de testimonio o sociales, originan una neoépica en la que se prescinde de
todo lo que no es imprescindible, de lo que únicamente puede ser considerado como adorno del
poema, aunque ni siquiera en los más empedernidos detractores de la forma, existe una claudicación
absoluta del poema estético. Y cuando esto sucede es que nos hemos quedado sin poeta y sin poema.
Este tipo de poetas, empuña su palabra-arma con los brazos desnudos y profiere el
grito liberador del dolor y la injusticia social. Los modelos estéticos
entonces sucumben. Los caminos son otros. La urgencia, la angustia,
informa otros métodos, pero quiérase o no, subsiste la estética.
Diferente. Pero estética al fin y al cabo. En estos casos, quien
busque medida rígida y rima exacta, no puede llegar a asumir el
poema. Claro que es más que sabido que precisamente la poesía es
cosa de una minoría - recordemos la dedicatoria de Juan Ramón
Jiménez “A la inmensa minoría” – así que no es algo que nos
sorprenda. Para leer, para interiorizar el poema, no sirven
todos los estados de ánimo, es necesario una disposición
del espíritu en la que todas las potencias estén implicadas,
en la que nada más allá exista sino ese movimiento del
espíritu abarcando el texto, metabolizándolo y
asumiéndolo.
Pero volviendo a nuestro punto de partida, el poeta quiere
que tengamos además otros sentimientos. Desea
provocarnos un dolor útil, un dolor compartido que redime
de alguna manera a quien lo siente al unirse aunque solo sea
de forma espiritual a quien lo padece en la realidad. Y que
miremos alrededor sin miopía, sin orejeras. Y que veamos
que nuestra piel no constituye ni una burbuja aislante, ni una
frontera insalvable.
P
de Rebotica
LIEGOS
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CARTA DE LA DIRECTORA
Margarita Arroyo
UN SOLO
CAMINO
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