P
de Rebotica
LIEGOS
48
José Vélez García-Nieto
soles de
medianoche
Ámame (
Love me do
)
cincuenta años más tarde
Voy a intentarlo con un poco
de ayuda de mis amigos.
De With a little help from my friends
(Lennon & Mcartney)
C
orría octubre del 62: parecía un año más del triste
siglo XX; como otro cualquiera. Ese mes en el que se
anuncia el incipiente otoño y que se define por sus
habituales problemas de inestabilidad meteorológica.
Europa había olvidado ya –o trataba de hacerlo–
sus maldades, salvajadas y fogonazos de un
belicismo que todos trataban de esconder y
reducir entre los recuerdos más amargos. Desde
hacía solo un año, en agosto del 61, detrás del Muro
de Berlín la situación era mucho peor; triste, fría, sin
salida, sin ilusiones... La gran mentira se había
adueñado de unos ciudadanos que apenas se
conformaban con seguir sobreviviendo; sin meterse
con nadie, sin manifestarse, con toda la desconfianza
en los vecinos, sin saber lo que significaba en realidad
la libertad, esa palabra simple y llana que casi ningún
comunista de aquel entonces se atrevía a pronunciar
sin mirar con disimulo a su alrededor.
La sociedad occidental trataba de fijarse un nuevo
rumbo. En general, todo lo anterior parecía desfasado.
Un nuevo presidente en los Estados Unidos encarnaba
ese síntoma de cambio. Joven, muy atractivo para las
mujeres, diferente, capaz de lucir su catolicismo algo
heterodoxo en tierras eminentemente luteranas.
Kennedy no había tenido grandes éxitos políticos en
sus dos años de presidencia, pero continuaba
encabezando esa
New Frontier
–la nueva frontera-
que, ni más ni menos, pretendía cambiar el
comportamiento egoísta e insolidario de todos y cada
uno de los electores económicamente aventajados de
su gran nación, pero también de todos y cada uno de
los países de nuestro planeta.
Un panorama excitante
Se empezaba a vislumbrar ya el poder de la
propaganda audiovisual. La casi infinita capacidad de
sorpresa o información que podían ofrecer los medios
de comunicación; las posibilidades de inmediatez en
la difusión de cualquier cosa que valiera la pena.
También
la música buscaba
acercarse e implicar a la juventud con el desenfreno
de nuevos y ruidosos ritmos.
Y entonces aparecieron los Beatles, esos
escarabajos que transformaron el planeta con sus
conciertos, sus guitarras y unos ritmos acelerados que
no permitían pasar indiferentes ante unas propuestas
llamativas, originales e inquietantes para quienes
preferían que el mundo siguiera circulando en el
inmovilismo o la cobardía. Eso lo valoramos ahora,
con la perspectiva del paso de cincuenta años después
de su
Love me do
, la primera piedra de un edificio que
desbordó todas las expectativas posibles. Era en ese
octubre de un año que iba a pasar a la Historia
reciente de la Humanidad como el año en que el
mundo decidió cambiar de verdad y lo hizo, también,
a base de las simples notas de un pentagrama.
Mcartney y Lennon, Lennon y Mcartney, chavales
audaces, creativos, de barba casi sugerida y melena
estruendosa abrieron el tarro de las esencias y durante
años cambiaron los tonos y el volumen acústico de un
mundo que deseaba transitar por caminos de paz, pero
también por sendas inexploradas, por rutas
impensables, por la búsqueda de nuevas formas para
disfrutar la juventud, para sentirse más vivos, para
recuperar de verdad la alegría.
Hoy es difícil, por no decir imposible, escribir o
contar algo original sobre los Beatles.
Dos de sus integrantes han muerto en el camino.
El mito es así más factible, más fácil, más generoso;
pero cincuenta años después de aquel primer eslabón
de una cadena irrepetible de música pegadiza,
! #uan 'edro ,turra.de/ es12ritu inquieto/
a5i6o sin condiciones/
co.a8orador 96i. : e;iciente< a.5a de !=>L!
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