bailable, juvenil
, rockera
y baladista a la vez,
cincuenta años después de lo que hemos dado en
denominar el sonido beat, nadie cuestiona calidad,
leyenda y musicalidad de un grupo que se tuvo que
buscar sus primeras habichuelas fuera de casa porque
casi nadie es profeta en su tierra, al menos en una
primera intención.
Convencidos de su verdad, los primitivos Beatles
se fueron en 1960 para Hamburgo desde Liverpool
La Alemania alicaída y derrotada había quedado
atrás y, por fortuna, Hamburgo quedó en el lado
libre del reparto fronterizo. Oscuros garitos de un
barrio marginal estrujaron a estos inagotables
adolescentes sin apenas paga digna. No importaba;
hoy son parte de la gran historia de la música el
suburbio de Sant Pauli y el Star Club, lugar de
peregrinación laica que visitan todos los
fans
que se
precien de conocer los orígenes de este grupo
musical que, en sus mejores compases, jamás se
olvidó de solucionarlo todo con amor.
Otro cambio necesario
En otro rincón del mapa europeo, lejos del frenesí
juvenil y el descontento de una pubertad que no veía
horizontes en sus vidas –algo parecido a lo que hoy
podrían pensar las nuevas generaciones-, un viejo cura
de pueblo también decidió que aquel octubre del 62
era el momento de tomar las medidas imprescindibles
para que la institución más duradera en la historia del
ser humano se desprendiera de falsos conceptos y
rigideces absurdas para recuperar en todo lo posible el
mensaje original de su fundador.
Un viejo papa, al que el Cónclave pretendió
nombrar como simple elemento de transición,
afrontaba ese mismo mes de aquel año tan productivo,
la inauguración de un Concilio que no pretendía poner
patas arriba
los cánones del catolicismo, pero sí
buscar la verdad del mensaje de Jesucristo y el
acercamiento a todos los habitantes de la Tierra, sin
falsos recelos o cautelas ante otras
confesiones y culturas. Era un
anciano sacerdote, cuya vocación
primera había sido ser un buen
párroco y que a los ochenta y un
años abordó el cambio más
importante en la vida de la
Iglesia desde su nacimiento
al borde del río Jordán, en
las yermas tierras hebreas.
Estas fueron algunas de las
proféticas palabras del papa
Roncalli en la inauguración
de aquella convocatoria:
Iluminada la Iglesia por la
luz de este Concilio —tal es
Nuestra firme esperanza— crecerá
en espirituales riquezas y, al sacar
de ellas fuerza para nuevas
energías, mirará intrépida a lo futuro.
En efecto; con oportunas
"actualizaciones" y
con un prudente ordenamiento de mutua
colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las
familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu
hacia las cosas celestiales.(...)
(...la Iglesia no ha asistido indiferente al
admirable progreso de los descubrimientos del
ingenio humano, y nunca ha dejado de significar
su justa estimación: mas, aun siguiendo estos
desarrollos, no deja de amonestar a los hombres
para que, por encima de las cosas sensibles,
vuelvan sus ojos a Dios, fuente de toda sabiduría y
de toda belleza.
Posiblemente no sea razonable comparar ambos
acontecimientos. Relacionar a Juan XXIII, el
pontífice bonachón y sonriente, con cuatro jóvenes
melenudos, guitarra en ristre y desaforados entre el
griterío de miles de
fans
es quizá algo irreverente.
Lo que es incuestionable es que coincidió en el
tiempo la búsqueda de nuevas metas y de
alternativas que pudieran volver a llenar el espíritu
de las gentes. Está claro que las inquietudes de la
sociedad occidental señalaban la necesidad de
renovarse de verdad o morir en la indiferencia y
que, de una manera u otra, se encontraron las
herramientas adecuadas para emprender unas
reformas que hoy nadie, en su sano juicio, se
atreve a cuestionar.
Ya nada ha vuelto a ser igual. Los dos
movimientos, el ecuménico de la nueva Iglesia de
Cristo, y el reivindicativo de una juventud
inexperta pero siempre animosa, coincidieron sin
intuirlo siquiera, en el cruce de octubre del 62.
Ahora es momento de celebrar que aquello pudiera
pasar para que el ser humano siguiera
construyendo su futuro desde la comprensión, la
creatividad y el arte de relacionarse con los demás
a través de melodías universales o mensajes de paz
y tolerancia que sustituyeron viejos modos
temerosos, cobardes y silenciosos, heredados de
conflictos y matanzas genocidas imposibles de
olvidar.
P
de Rebotica
LIEGOS
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1...,39,40,41,42,43,44,45,46,47,48 50,51,52