E
E
l Buscón
de Quevedo es uno de esos libros
clásicos de los que todo el mundo habla y muy
poca gente ha leído. Su revisión y estudio es
probablemente obligatoria en los centros de
enseñanza públicos, privados o concertados y
eso le convierte, de forma automática, en un texto
antipático para nuestros adolescentes. Si su lectura fuera
espontánea y voluntaria, está claro que ganaría un buen
ramillete de adeptos, pero no es el caso
Tampoco Quevedo goza de grandes simpatías populares
aunque sí de arduos defensores de su genialidad. Autor
prolífico y visceral, se pasó la mayor parte de su ingente
obra criticando todo lo que se movía, despellejando oficios
y personas con metáforas inverosímiles y denostando
profesiones y actividades con figuras literarias de
indiscutible originalidad. No debió contar con demasiados
amigos, la verdad.
La vida de don Francisco no fue fácil, desde luego. Su
cojera y su escasa visión limitaban mucho su movilidad y
sus posibilidades. Sufrió las penas de destierro y cárcel en
varias oportunidades por entrometerse de forma
subrepticia en las cosas de la política y no debió
caracterizarse por su valentía. Por eso, algunos de sus
trabajos no fueron reconocidos o autorizados por el
autor hasta pasado un tiempo más que prudencial. Su
miedo a la Inquisición o a la censura del
Tribunal de la justa
venganza
no era baladí; y su desconfianza hacia las figuras
públicas, una significativa característica de su peculiar
forma de ser.
«Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que
los alguaciles y jueces nos
aborrecen tanto (…) Porque no querrían que, donde están,
hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros».
Todo esto se conjugó como una fórmula magistral, hecha
según arte, en la relación amor/odio que Quevedo tuvo
siempre con su libro sobre
El Buscón
. En un principio no
reconoció su autoría; después no autorizaba su impresión
e incluso, al final de sus días, no quería que se incluyera en
su catálogo de obras completas. Algo pasaba entre ese
Buscón
y el
fénix de los ingenios
que promueve toda clase de
conjeturas y misterios, que aún hoy no parecen tener una
sencilla resolución.
Llama la atención, en esta línea de investigación, el
supuesto prólogo dedicado al lector que contiene una de
las primeras ediciones de la obra denominada como
príncipe y que luego se ha venido incorporando como una
parte más del libro:
«Que deseoso te considero, lector o oidor (que los ciegos no
pueden leer), de registrar lo gracioso de don Pablos, príncipe de
la vida buscona. Aquí hallarás en todo género de picardía (de
que pienso que los más gustan) sutilezas, engaños, invenciones
ymodos, nacidos del ocio, para vivir a la droga, y no poco fruto
podrás sacar dél si tienes atención al escarmiento; y cuando no
lo hagas, aprovéchate de los sermones, que dudo nadie compre
libro de burlas para apartarse de los incentivos de su natural
depravado. Sea empero lo que quisieres: dale aplauso, que bien
lo merece, y cuando te rías de sus chistes, alaba el ingenio de
quien sabe conocer, que tiene más deleite saber vidas de
pícaros descritas con gallardía, que otras invenciones de mayor
ponderación.» Su autor, ya lo sabes; el precio del libro, no lo
ignoras, pues ya le tienes en tu casa, si no es que en la del
48
José Vélez García-Nieto
●
Pliegos de Rebotica
´2017
●
SOLES DE MEDIANOCHE
El buscón
La segunda parte
A José Ángel Barberá, eficaz y silencioso
protagonista en tantos éxitos profesionales.