Poema Fantasía Y Fuga En Santillana Del Mar
Oigo como un rotundo tronar de capiteles
¿Abrirá tras las lomas el mar grutas azules?
Crece el musgo en las uñas de los leones de piedra.
Las ballestas apuntan al vientre de los niños.
El pueblo es un gran árbol de piedra retorcida
y la lluvia no cesa de suavizar su lomo.
En el aire un aroma enfermo de eucaliptos.
Guardaré todo el sueño de esta noche en mi pecho
y volveré a pensar en las hortensias húmedas
del jardín, en la hierba medieval de los claustros.
Monstruos de las arcadas, abrid bien vuestros ojos
abultados, sabed que también yo soy duende
y sé de sortilegios y de milagrerías.
Fresquísima es la boca de la noche en las gárgolas.
Viene un ciervo de piedra a beber en la fuente.
Huele su piel a azufre, a aire marino, a yedra.
Se yergue suntuoso como un rosal, es ciego
y suenan sus pezuñas de plata en cada losa.
Mil veces lo han herido de muerte por los bosques
y otras tantas lo han visto desde las celosías
inclinar en la fuente su cabeza sonámbula.
Qué angustia recordarme sin balcón en la noche,
sin navío de piedra surcando las higueras,
el maíz primitivo, los paganos cipreses.
Guardaré todo el sueño, la belleza en huida
y seguirán las rosas de herrumbre tan lozanas
floreciendo en las verjas como negros halcones.
Sí, volverá el milagro de la lluvia otra noche
con el son enlutado, hondo, de la vihuela,
con las yeguas en celo piafando en las cuadras,
con el bello ajimez prieto de ruiseñores.
Guardaré, maga amiga de sienes de violeta,
el sabor de tus labios hechizados a muerte.
Comillas 1969
Sobre las ruinas veía un ángel fiero.
Ven sus ojos de azufre los palacios,
los bosques, el amargo mar verdoso.
En su mano una espada llameante
traza entre el cielo y la tierra un signo extraño.
Saben de la hermosura sus dos labios.
(Se estrellan con las olas de la playa.)
Su corazón de piedra sabe a muerte
de tanto ver brotar flores azules.
Cuando al atardecer cierra sus ojos
un trueno de palomas nubla el sol.
VI
En lo oscuro,
regresando del sur, dijiste las palabras:
Aún siento el mar.
Mas, cuando el tiempo pase,
¿qué que será de esa luz verdosa de los montes?
¿qué es lo que va a quedarnos de esta noche en los ojos?
¿dónde estará ese aire que mueve las palmeras?
¿dónde este frágil techo en que sangran los astros?
Y esa presencia enorme del mar a nuestro lado,
ese fuego de frío, esa hoguera de música,
¿desde dónde nos trae,
hacia donde nos lleva?
¿Olvidar, o acaso recordar
que allá, sobre esa playa,
fuimos cuerpos o restos de un naufragio de sueños,
dos manos que arañaban
en la sombre
la sombra?
Antonio Colinas
POETAS DE HOY
47
Pliegos de Rebotica
´2015
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