Pliegos de Rebotica - Nº 114 - julio/septiembre 2013 - page 49

En enero del 38,
John Dos Passos
con su Manhattan
transfer bajo el
brazo –la mejor
radiografía de la
ciudad de Nueva
York- y exponente
máximo de la
generación perdida norteamericana, titula una de sus
crónicas en la revista Esquire,
Habitación y baño en
el Hotel Florida
y relata:
Mi cuarto está en el séptimo
u octavo piso. El hotel está en una colina. Desde la
ventana puedo ver toda la parte antigua de Madrid por
encima de los tejados que se apiñan cubiertos de tejas
del color del hollín manchadas de amarillo claro y
rojo, bajo el azul metálico que brilla antes del
amanecer. Esta ciudad compacta se extiende a lo lejos
hasta donde alcanza la vista, con sus calles estrechas,
chimeneas sin humo, torres con cúpulas brillantes y
afilados chapiteles de pizarra propios de la Castilla del
siglo XVII (…) Por todas partes se abren de repente las
puertas de los balcones que rodean la fuente cristalina.
Hombres y mujeres a medio vestir huyen
precipitadamente de las habitaciones del frente,
arrastrando maletas y colchones hacia las habitaciones
traseras. Un camarero con el cabello ondulado sale
una y otra vez de varias puertas distintas, siempre
rodeando con el brazo a diferentes chicas que ríen o
lloriquean. Gran exhibición de peinados y lencería.
Abajo, los corresponsales se mueven por allí
adormilados.
Herbet Matthews, del The New York Times arriva
al Hotel Florida en diciembre del 37 y en seguida
describe:
Era el lugar donde había que estar (…) Se
había convertido en el centro del universo, aunque en
aquel momento no era consciente de ello. Lo que sí
sabía es que la gran noticia era Madrid.
Martha Gelhorn es la enviada de la revista Collier´s
y entre el ajetreo de balas sibilantes y desórdenes en
los pasillos, consuma una apasionada relación con
Hemingway, convirtiéndose, sin saberlo, en la
coprotagonista de
La quinta columna
, única obra teatral
del genial autor en la que se recrea la vida en el
emblemático hotel.
Corren los dólares de los reporteros americanos; hay
estancias que se convierten en verdaderas despensas o
bodegas donde se cuestionan la escasez de alimentos y
bebidas, cuando no hay más que ir a la vuelta de la
esquina para ver que el hambre asola la ciudad. El baño
de Sefton Delmer, del Daily Express, está repleto de
botellas de vino compradas a los anarquistas, que las
han requisado en el Palacio Real; y la
habitación 109, donde residirá Hemingway
muchos meses, tiene existencias suficientes
de whisky para
abastecer a la
colonia escocesa
más exigente y
multitudinaria,
aunque
misteriosamente le
desaparecen unas latas de mermelada y monta un
numerito que se recordará durante décadas.
Adiós a las armas
Afortunadamente para los españoles se acaba la guerra
y los periodistas abandonan su enclave en la plaza del
Callao. No estarán mucho tiempo desocupados. Hitler,
Mussolini, Stalin, Churchill, Roosevelt, Hiroito y su
lugarteniente Hideki Tojo van a esmerarse en que los
fabricantes de armas sigan haciéndose de oro. No hay
tregua ni sitio para la paz.
El Hotel Florida recupera la tranquilidad, pero no
hay dinero para mantener el negocio. Madrid trata de
levantarse de sus cenizas y lo hace con tanta lentitud
que no es un lugar preferente cuando se estudian rutas
turísticas o escapatorias al horror de persecuciones y
bombardeos. El encanto y la frescura desaparecen; no
queda siquiera la trágica magia del riesgo de una bala
perdida. Se van las armas, pero también la fascinación
Faltan muchos años para que el boom turístico que
llegará a España a finales de los 60 pueda influir en la
desangrada vida de esta maravilla arquitectónica que
resistió toda la artillería sin despeinarse y que, poco a
poco, es incapaz de adaptarse a la alegría y la calma
que traen la paz.
En 1960 se termina la larga agonía del edificio, que
no resiste el desaforado desarrollo emprendido por el
país ni la oferta de Galerías Preciados que compra el
edificio para derribarlo y construir en 1964 su centro
comercial más importante. A Galerías tampoco le fue
demasiado bonito; pasa por múltiples desmayos y, tras
la expropiación de Rumasa, idas y venidas a grupos
extranjeros sin enjundia, es absorbida por El Corte
Inglés en 1995.
Y Hemingway, el temerario, se suicida en julio del
62 en su casa de Idaho. Nadie sabe muy bien por qué.
Dicen que la dictadura castrista le impide visitar su
añorada Cuba y que éste es el último eslabón que
culmina su absoluta decepción por la práctica real del
comunismo. Otros lo interpretan como la cobardía que
llega muchas veces acompañando a la enfermedad y el
deterioro.
Hoy nos quedamos con su
obra, su extraordinaria aportación
literaria encabezada por
El viejo y
el mar
y la inusitada
brevedad de la
apasionante vida de
un hotel madrileño.
P
de Rebotica
LIEGOS
49
Hotel Florida (1924-64)
1...,39,40,41,42,43,44,45,46,47,48 50,51,52
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